LA TRAMPA…

La Trampa

La trampa del tiempo consiste en que no disfrutemos la vida”

elduendevenenoso

Qué cómo que no creen en la trampa? la trampa está.

En los contratos, en los pasajes, en los teatros,…en la poesía hay trampa. El hampa, las industrias, los comercios, la policía, la política… lo saben. Hay trampa en el billete, en el vuelto, en la billetera del galán, en la cremallera del doctor, en la falda de la secretaria, en la receta del parapsicólogo, en la heladera de una carnicería, en la vidriera de la moda…hay trampa.

O vives con ella o eres su víctima, no hay escape.

La trampa está en los juegos, en los deportes, en los casamientos, en los velorios, en los jolgorios y hasta… en los testamentos.

En la trampa, caen los ineptos, los desvergonzados, los intelectuales, los leales, los imprescindibles y los honestos. También… suelen caer los tramposos.

Trampa hay en las etiquetas, en los prospectos, en los manuales de uso, en los códigos de convivencia, en los juzgados, en las escuelas y en las bibliotecas.

No hay como evitarla, tal vez la mejor manera sea que un oculista te abra los ojos, aunque seguramente, te hará trampa.

La trampa es más humana de lo que crees y más inhumana de lo que parece. Porque una cosa es una mentirilla, una broma, un chasco, y otra cosa es un engaño, una desilusión, una estafa, una traición.

Apuesto todo lo que tengo y lo que no tengo, a qué recuerdan que hace poco cayeron en una trampa.

Podrán ver que no hay vacuna que nos inmunice.

Fíjense que trampa religiosa, es que la trampa, ni siquiera es un pecado. No he leído en ningún lugar, ni he escuchado explícitamente una recomendación que diga “No le hagas trampa a tu prójimo”. Pudimos haber leído “No desees a la mujer de tu prójimo”, pero desear no es hacer trampa. O pudimos haber escuchado “No mentirás”.

Me pregunto si ese mandamiento tiene un fondo de veracidad o es una trampa más…

Entonces…las trampas conviven en las leyes, las iglesias, las ideologías, en el poder real, en los discursos apocalípticos, en las promesas de campaña, en las declaraciones de amor, en los actos escolares, la educación a distancia, el control remoto del televisor y…en los medios, que viven de ello.

Usamos el canasto de la basura del vecino sin pedir permiso, estacionamos el auto en el garaje de otro, cruzamos en luz roja leyendo el celular, damos caramelos de vuelto, no devolvemos botellas ni libros prestados, cumplimos el diez por ciento de nuestras promesas, jugamos solo para ganar, odiamos sin saber porqué y a quién se nos ponga en el camino; tocamos timbre y salimos corriendo.

La trampa está en vivir, ya que cuando nacemos, nadie nos dice que vamos a morir. Y cuando nos damos cuenta de tan precisa verdad, empezamos a hacerle trampas al tiempo. Cirugías, dietas, tinturas, maquillajes, cambios de look, injertos, botox.

Mentimos para parecer, evadimos para gozar, sonreímos por compromiso, permanecemos aún aburridos, nos colamos, sacamos ventaja en las ofertas, no damos limosnas aduciendo status, compramos regateando, juntamos de la basura, usamos agua potable para nuestras excreciones, y hay quien se lleva el taper al tenedor libre o al desayuno de los hoteles.

Le pedimos al Abogado que agrande las causas, a los Contadores que achiquen los pagos. A los Médicos les decimos que cumplimos sus ordenes y prohibiciones, a los Odontólogos que nos cepillamos tres veces por día. Al comprador del auto que nunca lo pasamos de 80 kms. A la ex que estamos cobrando menos y a los del almacén que cobramos en dos días para pedirle fiado. A los flacos que engorden y a los gordos que adelgacen.

Somos tramposos disconformes.

No nos alcanza poner una trampa en la foto de perfil de una red social, también decimos 10 años menos y que estamos separados. Que hemos viajado por el mundo y que estamos contentos con el puto trabajo.

Ya no me preocupo por caer en otra trampa, porque la verdad es que hasta parecen terapéuticas las trampas. Luego de caer en una, uno siempre dice, no puedo ser más boludo. Eso ya es un inicio. Pero ser boludo no es una trampa, es ser el indicado, para caer en ella. Lo que sucede que cuando la racha de caídas es larga, ya dejás de ser boludo.

Y eso no es trampa, es experiencia meritocrática.

Por qué creen que hay tantas cámaras de seguridad?, Porque somos lindos, porque nos vestimos bien o porque el lugar debe parecer seguro? No. Es porque seguramente se guardaran imágenes de una trampa. De algo que no debe hacerse.

Los carteles de prohibido, tienen una trampa implícita. Se dan cuenta? Quien lo coloca lo decide. Prohibido bañarse en este lugar. Prohibido pescar. Prohibido cazar. Prohibido ingresar propiedad privada. Y así otros. Si caes en la trampa de romper esa exigencia, tienes una pena, una multa, una reprenda, un castigo. Y si caes es porque has hecho trampa. La trampa implícita eres tú. Ya que lo prohibido, estimula. Y allí yace una trampa.

Las trampas están en los menúes, en los vencimientos de los pagos, en el uso de las tarjetas de crédito, en las redes sociales, en las llamadas telefónicas, en los créditos, en las promesas de paraíso, en los precios del servicio de entierro, y hasta en las marmolerías para muertos.

No existe un solo lugar donde no haya trampa. Simplemente porque el ser humano es tramposo por naturaleza, así como corrupto y violento. Pero esos son otros temas.

Les propongo que se miren al espejo cada mañana, el día que no encuentren a un tramposo en ese brillo, se estará haciendo un funeral. Igualmente, no sufran, que si tramposos somos todos, lo mejor, es no caer en tantas ni en todas las trampas.

No he descubierto nada, ni soy Colón, ni me interesa. Solo estoy filosofando sobre la trampa, aunque con esto, y que se sepa, estoy haciendo trampa.

Escrito el día en que me dí cuenta que si no hubiera hecho trampa, ella no se hubiera acostado conmigo a tener sexo. Y en el que si yo no hubiera caído en su trampa, no guardaría este secreto entre nosotros. Ella estaba de trampa.

elduendeácido

Escrito en Junio del 19 en LCDO, leído en mi cumpleaños 61 el 5-9-2019

CULO SIN ANCLA. CAPÍTULO UNO…

Capítulo uno:

Los viajes de la infancia

La intertextualidad es un episodio que no hay que perderse” elduendedandy

Mi primer viaje en Jeep

En mi infancia una de las frases que más me llamó la atención es aquella que sintetizaba a alguien inquieto señalándolo como el que “Tiene hormigas en el culo”. La primera vez que la escuché, fue por una persona vecina a mi casa de entonces, que se la pasaba yendo y viviendo por su actividad social y creativa. Esa persona era Don Arturo, de quien tengo un vago recuerdo respecto de su oficio de plomero, pero una interesante descripción de su constante andar. Su Jeep sin techo estacionado en la puerta de su casa no indicaba que estuviera en ella. Podía estar en cualquier lado o incluso estar en su casa, pero era tan movedizo que podría decirse “investigable”.

Soñé muchas veces subirme a ese móvil y viajar por el mundo entre camellos y selva. Creo que me impactaron bellamente imágenes de viajes por el desierto o la selva con ese tipo de vehículo, que se veían en la televisión aún blanco y negro. Y como si fuera poco, en aquellos años de guerra (Vietnam), ese vehículo era tan conocido y deseado, que hasta había reproducciones de plástico al tamaño de soldaditos para jugar, justamente a la aventura de veredas rotas para llegar a alguna parte o a la desventura llevar soldados a una guerra. Aporto imágenes y un pequeño video al final del texto.

Semi calvo, de los que tienen pelos solo sobre la orejas con unión de cabellera hacía la nuca y cincuentón, para cuando yo, no llegaba a los diez años de vida.

Hablo de los años ´60. No era visible su presencia, pero existía. Tenía lo que puede llamarse apariciones fantasmagóricas. Pero cada una de ellas, tenía una inspirada dedicación social. Siempre estaba haciendo algo para los otros. Ya sea un favor, o un trabajo.

Su aparición en mi vida fue en un momento clave, de desesperación familiar si se quiere. Les cuento. Resulta que en esa edad de cinismo (6,7,8 años y más), y apoyados en la ideología que tenemos los niños de que todo lo podemos conquistar, jugábamos a la extorsión. Ruego me permitan hablar de esa modalidad, ya que era exactamente lo que estábamos practicando con un juego de lo más incorrecto.

Frente a mi casa, allá en Valentín Alsina, Pompeya, Buenos Aires, en la calle Gob. Manuel J. Campos 4567 (1) había una fábrica de lavandina. Dando una vuelta manzana, tenía un portón de ingreso, por el cual los camiones llevaban y traían cargas. Las instalaciones comprendían un gran galpón donde se hacían los procesos, un gran patio con una especie de mangrullo de unos cuatro metros, a los que se accedía por escalera vertical, que estaba rodeado por una montaña de sal que llegaba hasta su piso. Era un escenario para hacer turismo aventura. Imaginen; trepar la escalera, y bajar rodando por las laderas de aquel montón de sal hasta el piso…y volver a subir, y volver a rodar.

Esta parece ser una escena mecánica, pero para un adulto.

Aquel día, del que les hablo, no nos permitieron ingresar a la fábrica, sin otra explicación que “Déjense de joder”. Eso era de mala gente. Nos quitaron el juego. Y lo que hicimos en venganza, fue vandálico. Literalmente.

La parte trasera de la empresa, daba a nuestra calle. Intransitable de alguna manera, de tierra y verdaderamente sin que se obtenga ningún beneficio usarla, a menos que unos sea habitante de ese barrio pobre. Pasaba un auto “Cada muerte de Obispo”(2), por ello es que casi todas las actividades de los niños de aquel entonces eran callejeras. Desde jugar a las escondidas, al hoyo pelota, a la mancha, a las bolitas o a la pelota.

La calle es un lugar encuentro con los otros.

Como venía contando, la parte trasera de esa fábrica se limitaba con un alambrado alto, en cuya parte superior había tres lineas rectas de punta a punta de alambre de púas. Y por los rombos que dibujaba ese tramado, podían verse las gigantes damajuanas vacías donde se envasaba lavandina.

Fue idea mía, me hago cargo: Una piedra grande en el suelo, una madera de cajón de manzana apoyada en su mitad sobre la piedra y una piedra que entre en un puño cerrado, en una punta de la madera. La madera debe alinearse apuntando a las botellas. La piedra pequeña debe inclinar hacia un lado con su peso a la madera. La punta de la madera que está más arriba debe recibir un golpe tan fuerte, que al producirse, la madera empuja a la pequeña piedra a elevarse rumbo a los botellones…y Pum, ruido a vidrio y festejos.

Una especie de Catapulta, pero sin tanta perfección mecánica. De a poco, todos fuimos mejorando el golpe, la dirección y el promedio de piedras lanzadas-damajuanas rotas. Era toda una venganza. Hasta qué…una de las piedras que lancé no fue hacia la dirección planeada, y no tuve la mejor idea que mirar hacia arriba para ver que había pasado. Esa “bendita” piedra me pegó al caer exactamente en el nacimiento superior de mi nariz, entre ojo y ojo. Sentí un golpe desconocido y contundente. Tanto que solo atiné a sostener mi cara con ambas manos hasta que el dolor calmase. Al minuto miré mis manos empapadas en sangre, pero sin asustarme. En ese momento, una vecina que vio los acontecimientos y venía a retarnos, me miró la cara ensangrentada y dijo: “¡Te reventaste un ojo!”, tras lo cual, me desmayé. Volví a despertar unos instantes antes, cuando era llevado hasta mi casa en los brazos de aquella vecina llamada Marta Croce. Corriendo hacía nosotros pude ver a mi madre quien preguntaba ¿Qué le pasó? casi llorando. La joven vecina solo atinó a decir, sin dejar de caminar rápido hacia mi madre…¡Se rompió la cabeza! Allí volví a desmayarme. Cuando empecé a tomar nuevamente conciencia de la realidad, fue en los brazos de mi madre, en una sala del hospital donde me habían suturado tres puntos en mi entrecejo. El doctor alto y de anteojos, dijo con simpatía “agradezca señora que esa piedra pegó en ese lugar, un centímetro para cualquier lado y hoy su hijo pierde un ojo”. Si, salvé el ojo, pero me perdí varias tardes de vereda con amigos y travesuras. No quiero olvidarme, ya que la parte que une todo el relato. Quién me llevó al hospital en su Jeep blanco recortado, fue Arturo, el plomero inquieto. A quién muchos años después fui a agradecerle aquel gesto. Sin darme cuenta, cumplí mi sueño. Solo que en lugar de selva o desierto viajamos por una avenida al hospital mas próximo y a gran velocidad.

 

Un jeep de guerra en el desierto (Serie «The rap Patrol») a la izqueirda.

Jeep de la serie Daktari. abajo izquierda

Jeep 1958, igual al de Arturo de otro color.

 

 

 

 

 

 

Jeep Ika video: https://www.youtube.com/watch?v=dRs8reJmSdk

(1) Primer dato geográfico que les ofrezco, para hacer turismo virtual. Mi existencia en ese lugar fue de 1961 a 1968 (o sea de mis casi 4 a los 10 años) y hoy (2019) la calle se llama Senador Francisco Quindimil.

(2) Frase que explica un hecho desde una mirada escéptica respecto a su ocurrencia.