¡Aguanten los Negros!

¡Aguanten los Negros!

En 1976 hice un curso de Dibujo en el que se desarrollaban obras con diversos materiales. Una profesora, rubia y aristócrata (omito nombre y apellido por cuestiones éticas), nos propuso hacer un collage con papeles recortados a mano de revistas. Mi obra fue la que ven por encima de las dos personas que posan. Representa al rostro de un negro.     Cuando le mostré que imagen había elegido para hacerla, me dijo despectivamente «¿Justo un negro elegiste?». A lo que le respondí «Estuve buscando una rubia para mi collage, pero no encontré ninguna inteligente…».                                                                                           Anoche visitaron mi casa gente de Angola y Francisco me acompaña en la foto, luego de contarle mi anécdota. ¡¡¡Aguanten los negros!!!

elduendeoscar

14 de abril de 2017 en «La Casa de Oscar» en pleno Taller de Kizomba junto a Francisco.

EL ABURRIDO VÍCTOR

El aburrido Víctor

“Llegará el día en que el capitalismo venda sonrisas impresas en 3D para pegarse sobre la boca” elduendevenenoso

Su inteligencia era insuperable por cualquiera de todos los integrantes de su familia. No solo de su núcleo familiar, si no, de todas las generaciones de personas con su propia sangre. Es más, podría decirse que superaba con holgura a todos los de su clase y a los alumnos de los grados ascendentes, durante todo el ciclo escolar transcurrido. Estoy hablando de Víctor, un niño que nació sabio y que no puede encontrarle solución a un solo problema existencial: el aburrimiento.

Veía aburrido como los niños de su escuela, sus compañeros de aula, jugaban alegremente en los recreos y se aburría terriblemente con las lecciones insípidas de las maestras. Muchas veces llegaba al hartazgo con las conversaciones entabladas con sus limitados padres, quienes decidieron acudir a algún especialista para que los ayude. Les asombraba ver a un niño que luego de almorzar se encerrara en la biblioteca y se la pasara leyendo toda la tarde en silencio, sin televisión, sin celular y sin computadora. Esos padres llegaron a pensar que estaban gestando a un extraño monstruo.

Víctor era absolutamente respetuoso. Incluso a sus diez años percibió que a los que no estaban a su altura intelectual, debía tratarlos con cuidado de no ofender. En la etapa más cínica que tiene la niñez, Víctor, dominaba sus emociones mejor que cualquier adulto. Había descubierto que el odio no podía dejarlo en un lugar mejor que si usaba inteligentemente la tolerancia. Dicen que el amor vence al odio.

Frente a un psicólogo, Víctor se mostraba tal cual era y en cada explicación que daba sobre la realidad de su entorno el especialista no encontraba escollo para actuar. Víctor tenía una convicción tan poderosa sobre sus opiniones que solo un muy buen argumento en contra, podía retrotraerlo. Pero era imposible. Su discurso empezaba igualmente a molestar cuando le explicaba a la directora de su escuela que no quería ascender en grados simplemente por ser más inteligente. Eso es meritocracia respondía y “… yo quiero crecer junto a los de mi generación”, justificaba.  Tampoco le interesaba formar parte de un grupo de reflexión con adultos ni de integrar un equipo de investigadores. Le parecía un privilegio que no le traería buenas perspectivas, ya que veía en los adultos, posiciones muy firmes y sin soporte argumental.  Víctor quería entender qué festejaban las personas. Ese era su tópico, su preocupación más elevada. Era un niño capaz de deslumbrar con sus teorías, pero jamás sonreía. Y sin tapujos y esperando desmentidas, daba la siguiente explicación:

No entiendo qué se festeja y me parecen absolutamente contradictorias las respuestas que me dan los adultos… El proceso de vivir empieza en el nacer y se sabe que no existe la eternidad humana, que todos somos mortales. Se festeja el haber nacido como algo milagroso y no se festeja el haber vivido. Miren nomás los velorios. Gente entristeciéndose por lo que ya sabían que iba a pasar. El ser humano festeja cumplir años o sea ir envejeciendo, algo que imparablemente lo va degradando. Contradictoriamente a la idea de festejar el hoy, el ahora, se festeja la acumulación de la edad. Los casamientos se festejan. Que dos personas se hayan encontrado y cumplan con todos los requisitos sociales necesarios para hacerlo, se festeja. ¿Qué se festeja? A veces tan ampulosamente, ¿La burocracia? Cuando ese matrimonio decide separarse no se festeja y tal vez ambas personas hayan tomado la decisión más perfecta de todas a sus problemas de pareja. Eso no se festeja.

Se festeja que a un niño traumatizado por la pérdida, se le caiga un diente con un cuentito en el que un ratón pagará por esa pieza, y se festeja en Navidad que un tipo desconocido entre a tu casa a dejar regalos mientras vos dormís. Se festeja que tres tipos lleguen hasta tu casa en camello luego de un largo camino desde oriente medio y dejen sobre los zapatos regalos exigidos a cambio del buen comportamiento. ¿Nadie se pregunta de dónde salen tantos regalos? ¿Y gratis?

Se festeja el aniversario de todo, de los negocios, de las parejas, de las muertes, de los viajes. De todas cosas que ya pasaron y que solo forman el imaginario del pasado y qué esas cosas y emociones no van a volver a pasar.  No se festeja despertarse y si se festeja un aumento de sueldo, que trae más compromiso horarios y responsabilidad laboral.

Los adultos se emborrachan si pueden en cualquier festejo, sea en un bautismo, sea en un cumpleaños, en un homenaje. No les importa perder la cabeza y lo más trascendente de esos festejos es emborracharse. Mostrarse ridículo al hablar y al realizar cualquier acción. ¿Qué se festeja? ¿Alcoholizarse? ¿La barra libre, el tequilazo, la cerveza tirada sin límite? Hay gente que festeja drogarse porque no puede festejar en todo caso,  un mundo en paz y armonía.

Hay gente se junta para festejar disparates, al tomate, al alcaucil, al ternero que matan, hasta se inventó la Fiesta del Salame Quintero. Me parece demasiado, pero finalmente y lo que más me cuesta entender -prosiguió Víctor y para terminar-,…es que hay gente que festeja tener odio y es capaz de pelearse con sus amigos del alma, con sus parientes, con sus vecinos simplemente por una posición política.

No puedo estar feliz si veo que dos elefantes buscan juntos el agua para salvar la manada y dos humanos pujan por un poco de poder para aventajar al otro.

elduendeoscar

Escrito para ser leído en el programa 16 de “Al ángulo izquierdo, donde duele”  bajo la consigna “El festejo” por http://ultra1079.com.ar/  el 5-7-2017

Imagen: Batpedia (modificada)

EL MISMO PENSAMIENTO

EL MISMO PENSAMIENTO

 “Haber vivido una vida distinta no nos impide pensar lo mismo sobre algunas cuestiones personales” elduendeácido

 Antes de dar una vuelta entera caminando lentamente por alrededor del parque todos los días a la misma hora, se lo ve pasar a Don Hipólito rumbo a la iglesia de su barrio. A las 17 hs va a orar y luego hace la caminata que termina en su casa a eso de las 20 hs. Esa es su rutina de lunes a sábados, ya que los domingos juega a las bochas en otro parque de la misma ciudad.

Dicen sus vecinos que no le interesa conversar con nadie, que eligió la soledad una vez que enviudó hace como cuatro años. En su etapa activa de su vida laboral, fue maestro mayor de obra y su casa la hizo entera, desde las bases hasta los techos, desde las paredes hasta los pisos.

Su matrimonio duró exactamente 43 años y por más que lo intentaron, no tuvieron hijos. Su mujer tuvo una larga agonía por una enfermedad de las que no se curan, y que a uno lo va desmejorando de a poco. A pesar de no llegar a los 65 años y tener un buen aspecto físico, este hombre decidió quedarse solo para siempre. Sus pocos amigos de los domingos, se cansan de invitarlo siempre a alguna peña, a alguna milonga o algún asadito donde encontrarse con otra gente, tal vez, hasta con una nueva compañera. Pero el siempre se niega. Y sus días pasan así, según como ha elegido que pasen. En el barrio lo tienen como a una persona de buen humor pero de poca charla.

Muy distinta es la vida de Don Capristo, vecino del mismo barrio. Tiene la misma edad, pero se casó cinco veces. Enviudó cuatro y con la última mantiene una relación cercana que podría tipificarse como de “cama a fuera”.  Con todas sus mujeres ha tenido hijos y si no tuvo más es porque la naturaleza se lo impidió. La naturaleza de ellas, de sus mujeres, ya que este hombre tiene hijos que van de los 48 años al último que tiene apenas  dos años. Suele errarle al nombrarlos, pero a todos los quiere por igual. Dejó de ir a la iglesia cuando le dijeron que no podían casarlo con su actual pareja, cuando todavía estaba viva su anteúltima esposa. Capristo fue comerciante iniciado en la venta de artículos varios a los pasajeros de los viejos trenes y colectivos. Luego fue feriante, vendedor callejero y llegó a tener un pequeño supermercado. Según sus palabras este es un país que le enseño a ser ingenioso y haber aprendido cuándo comprar, cuándo vender, qué y cuanto comprar y qué precio o valor tienen las cosas. Gracias a los contactos y a su amplia experiencia, hoy vive del modo comercial llamado pasamano. Compra y vende por teléfono. Se queda con una comisión pequeña pero con eso, seguramente llegará mejor que con su próxima jubilación al final de sus días. A ninguno de sus hijos le faltó el techo y el plato de comida. Y a ninguna de sus mujeres el sexo. Las mujeres que son patronas o empleadas de los comercios de la zona ya lo conocen y si hubiera que destacar una opinión generalizada de este hombre en la voz de todas ellas, podría decirse que Don Capristo es un “Lancero” que siempre deja picando algún piropo con la excusa de que “por las dudas hay tener una velita encendida”.

Don Hipólito y Don Capristo se conocen y se saludan cuando se cruzan. Son como dos paisanos en un pueblo chico. Buenos días, buenos días. Lindo día, parece que se viene la lluvia o ¡Mamita qué frio! Pero no mucho más. Son vecinos no próximos, pero vecinos y nunca tuvieron una conversación algo profunda. En lo que más se parecen es que a ninguno le importa la vida que lleva el otro. Y hasta podría decirse que ninguno de ellos sabe qué vida ha llevado el otro.

Una tarde se encontraron en la panadería. A Don Hipólito le gustaban los bizcochitos con grasa que se hacían allí y a Don Capristo le gustaba la morocha que atendía, pero como excusa, compraba el pan nuestro de cada día. Ese encuentro dejó algunas frases que hablaba de sus vidas diferentes, pero que nadie fue capaz de refutar.

-¡El pan más rico de la cuadra se hace en esta panadería!¿No es cierto vecino?  Dijo Capristo en voz alta, tratando de sacarle una palabra…

-Si bien el pan no es malo… ¡Yo vengo por los bizcochitos! Dijo Hipólito.

-Lo envidio sanamente, le respondió Don Capristo, yo tengo que cuidarme por el colesterol.

-Le confieso que es mi único vicio, agregó Hipólito y aclaró, por sobre todo luego de enviudar.

-Que hombre humilde que había resultado, continuó Capristo y acercándose con voz baja le dijo “Si yo le cuento mis vicios lo dejo con la boca tan abierta que no se come ni los bizcochitos”.

-No hace falta amigo. Para mí los vicios son como un pañuelo lleno de moco y prefiero no resfriarme. Afirmó Don Hipólito.

-De algo hay que morirse Don, no vamos a quedar ni en el recuerdo. Respondió Capristo.

-Yo prefiero una vejez tranquila donde nadie me moleste. Espero no ofenderlo. Replicó Don Hipólito.

-Lo entiendo. Por cómo he sido, yo jamás tendré tranquilidad, pero le digo, que estar entretenido es ser feliz. Sentenció Don Capristo.

-¡¡Cada uno encuentra su corneta y la toca como quiere!! Aseveró Don Hipólito, mientras pagaba por sus bizcochitos. Y se fue dejando en el aire un silencio que se llenó de preguntas.

Mientras caminaba a paso lento, Don Hipólito con sus bizcochitos en la mano, pensó exactamente lo mismo que Don Capristo, que se quedó mirando cómo se alejaba: ¡Pobre hombre!

 elduendeoscar

Relato escrito para ser leído en el programa 15 de “Al ángulo izquierdo, donde duele” el 28 de junio de 2017 por la http://ultra1079.com.ar/

Imagen: https://www.etsy.com/es/market/antiguo_perro_pintura