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VERDAD Y CONSECUENCIA

VERDAD Y CONSECUENCIA

«Cuando te rías de tí mismo más que de los demás estarás disfrutando de la vida y sus maneras de mostrarse» elduendedandy

Este verano me comprometí con unos amigos a cuidar su casa, alejada de la ciudad de donde vivo. No tanto por la inseguridad existente sino por la sola idea de mantener las plantas sin secarse, el correo sin amontonarse y otros detalles que propone un hogar sin nadie por un mes.

Una vez instalado en ella. Procuré reconocer la zona y sus comercios. Hacerme ver por los vecinos saludándolos como viejos amigos y estableciendo lazos de amistad con algunos perros no tan simpáticos.

La primera mañana de domingo desperté temprano. Preparé mi desayuno en medio del profundo silencio de lugar.  Acostumbrado al ruido del tránsito de mi calle habitual no tardé en hacerme una simple pregunta ¿Cómo hago para convivir diariamente con tanto bullicio? Creo que me he convertido en un bicho de ciudad.

Luego de desayunar, me propuse leer un libro que llevé para entretenerme entre otras cosas. Paradójicamente me encontré con el primer inconveniente al tener un desencuentro. Mis anteojos y yo nos habíamos separado la noche anterior luego de algún momento de lectura y no dormimos juntos. Luego de 15 minutos de búsqueda, creí que implacable, no pude dar con ellos. Así que sin ofuscarme me propuse leer 10 minutos y no perder más tiempo. Sabía que mis gafas no caminan ni piensan por lo que me dije que ya las iba a encontrar.

Habiendo visto u escuchado gente decir que no encuentra sus anteojos y los tenía colgados de sus cuellos o colocados sobre sus flequillos, siempre me parecieron personas disparatadas o distraídas. No era mi caso pero pensé que había llegado la hora de sumarme al grupo.

Con 10 minutos de lectura sin mis anteojos para leer, que solo los uso para ello, no tendría problemas de enfocar a distancia visual cualquier objeto. Siempre había funcionado así. Igualmente voy a contar una intimidad. Por más que uno tiene los anteojos cerca, a veces uno no se los pone. Y los ojos, ya cansaditos, ya viejitos o enfermitos, te lo dicen muy rápidamente.

Luego del desayuno como decía más arriba me puse a leer. Me prometí sólo 10 minutos y luego salir a hacer los mandados. Pero soy un hombre muy cumplidor cuando prometo algo a los demás y muy incumplidor cuando me prometo algo para mí. ¿Cuántas veces me prometí empezar una dieta,  visitar a alguien, o limpiar mi habitación? Confieso y me hago cargo.

La cuestión que el texto resulto ser más entretenido de lo esperado. Es un libro que habla muy didácticamente de la relación entre lo que dice la Justicia o las Leyes y lo que dicen los medios masivos de comunicación. Entre otras cosas muy interesantes. Con este dato justifiqué seguir leyendo casi por 40 minutos sin darme cuenta del paso del tiempo. Fueron mis ojos los qué me avisaron de cierta molestia y allí tomé conciencia de que debía abandonar mi lectura sin lentes.

Pensé entonces en organizar el resto del domingo, que tenía un pronóstico de 36 ° por la tarde. Evalué qué comer, en qué lugar de la casa, ya que podía optar por hacerlo dentro o fuera de ella.

Revisé las provisiones y resolví salir a comprar algunas cosas. Algo para “tirar” a la parrilla y alguna bebida para acompañar.

Tomé las llaves de mi auto y me dirigí a los mercados.

A poco de empezar a andar sin conocer profundamente el barrio, y contando con tiempo de sobra para cumplir con los mandados, tenía dos alternativas. Una de ellas era para preguntarle a algún vecino dónde quedaba la carnicería o dónde quedaba el almacén. La otra era andar y descubrir. En todo caso el tiempo no sería perdido, sino entretenido.

Cuando tomé la primera calle asfaltada rumbo a la avenida más cercana vi un cartel en un negocio que decía “Aluminio para mascotas” e incrédulamente me dije, qué raro anuncio. ¿Será un lugar donde venden las medallitas identificadoras de los perros? Lo relacioné inmediatamente con eso. Y casualmente una amiga esta semana, encontró un perro muy bien cuidado sin identificación y puteaba contra los dueños por ello. Y propuso por las redes sociales identificar a las mascotas para su pronta devolución. Lo que reforzaba mi interpretación.

No me pareció una zona de perros de raza, ni vi muchos canes callejeros. Pero bueno, cada uno pone el negocio que quiere y vende lo que puede.

Pero como resulta que no me gusta quedarme con la curiosidad, inmediatamente seguí buscándole la vuelta al intríngulis, se me ocurrieron algunas ideas que podrían ayudarme a resolverlo.

Los perros no son los únicos animales considerados mascotas. Están los gatos por ejemplo, los pájaros y hasta las tortugas. Y todos ellos también pueden llevar colgado de su cuello una chapita de aluminio con su identificación. No se me ocurre buena idea colgarle una placa a un pez. Dudo que se escape corriendo.

Estando en Barcelona, aprendí que los gatos tienen en alguna de sus orejas aplicado un microchips y que éste da información útil a quien lo encuentra para devolverlo a su real dueño. También para acusarlo por los daños o molestias que tal mascota pudiera provocar.

Pero el cartel no hablaba de microchips y creo que como sociedad estamos bastante lejos de tal avance.

Pensé en los gatos, porque justamente cuando hacía dos días colgaba de un clavo en un árbol la bolsa de basura, uno de ellos me espiaba desde una rama más alta. Y no tenía ninguna identificación colgando. Y parecía un gato sin malos tratos. Al menos a la altura a la que había llegado, los posibles perros sueltos no llegarían a maltratarlo. Pero ese cuidado no lo habían tenido sus posibles dueños, sino su instinto.

También pensé en pájaros. Me llevó a ello el recuerdo de no mucho tiempo atrás y en otra casa muy cercana el paso de un vendedor de loros. Y al loro si no le cortas las alas, se te vuela. Pero prontamente me di cuenta de algo que dejaría en segundo plano el negocio sobre la necesidad de comprar una medallita identificatoria para un  loro. Descubrí de la posible existencia de un ave mucho más masivo que los loros, las palomas. Sí, me dije. Debe haber personas que crían y mantienen palomas por aquí. Los llamados colombófilos. Y estos cuidadores suelen tener de a decenas de aves. Y suelen identificar a su bandada con un anillo de aluminio en alguna de sus patas.

Igualmente me pareció un negocio de poco rédito. Por último pensé en las tortugas como mascotas. Pero a quien se le escapa la tortuga, no merece ser el dueño.

Seguí mi camino, siempre obsesionado por descular aquel cartel y su implicancia comercial. Hice mis compras y pegué la vuelta. No sin antes proponerme bajar en el comercio en cuestión y preguntarle a que se refería su cartel de “Aluminio para mascotas”.

Estacioné en la puerta misma y bajé.

Antes de ingresar al comercio en cuestión, volví a releer el cartel.

Esta vez decía con mucha, muchísima más claridad  “Alimento para mascotas”.

Dicen que del ridículo no se vuelve…

elduendebobo

Escrito en el Retiro, en la casa de MV y FP el 24 de enero de 2016, luego de hacer los mandados…