La gobernadora de la provincia donde vivo hizo una reflexión incómoda.
Tal vez merece una respuesta respetuosa de un graduado.
UN POBRE QUE LLEGÓ…
DÍA DEL ANIMAL
Mientras intentaba darle formas al sueño de tener un lugar donde encontrarme con amigos, lo que hoy es «La Casa de Oscar», repasaba los últimos textos para cumplir con la asignatura pendiente que me había dejado una adolescencia de imposibilidades.
Se trataba de estudiar para la última materia de la carrera que había iniciado con mucho esfuerzo, entre hijos, matrimonio, trabajos y empleados en 1997.
A pesar de la gran cantidad de obstáculos que hubieron en el camino la consigna era no bajar los brazos. Había que cocinar, encargarse de la escuela, suplir ausencia de trabajadores, asistir a las cursadas, ser marido, ser patrón, ocuparme de los chicos del club, de las entrevistas con los padres y un montón de otros detalles que no interesa agregar.
Desde niño había soñado con ser médico. Una vez se lo respondí a mi madre cuando me hizo esa pregunta incontestable que siempre hacen los padre ¿Cuando seas grande que querés ser? Mi respuesta fue ser médico y mi fundamento fue «para que no envejezcas mamá». Discúlpame mamá, viste como somos los hijos. Estudié otra cosa y no pude evitar que las arrugar te ganen.
Miraba a mi alrededor en la juventud y veía que todos estudiaban algo; música, medicina, ingeniería, arquitectura y otras cosas. Yo tenía que trabajar para tener el guiso, la sopa o el puchero. El estomago estaba primero que la cabeza.
En un rapto de estupidez, aún me sigue pasando, reflexioné sobre mi entorno familiar y descubrí que ninguno de mis padres y tíos era un profesional universitario. Y tenía 10 ejemplos, o sea 10 tíos además de mis progenitores. Algunos sin siquiera con la escolaridad primaria completa. Y miré hacia mis pares o sea mis primos y hermanos. Y vi que había dos que estaban terminado sus estudios terciarios o académicos. Por lo que creí entonces que me sería difícil la escalada hacia un título sobretodo agregando que tengo 28 primos. Igualmente me propuse a los 20 años y cuando pudiera seguir estudiando. Así y con mi hija en brazos recibí mi título de Bachiller a los 31 años. Con un poquito de esfuerzo diario y sin dejar de lado mis responsabilidades, seguí, seguí, seguí.
Y luego de tantas luchas, a contramano con el universo, conseguí a mis casi 47 años completar la carrera universitaria Y con un 9 en mi mesa final y puedo decir que dando cátedra (disculpen mi falta de humildad aquí) sobre un tema que me apasiona que es la motricidad infantil y la integración social del cuerpo, conseguí finalmente mi Título de grado en el Profesorado de Educación Física. Logro que no me coloca por arriba de nadie pero sí en la espalda de todos aquellos que necesiten un envión para conseguir lo suyo.
Y este texto lo escribí pensando en que el logro se lo debo a la fidelidad gatuna que me tuve, a la lealtad canina de no pasar a nadie por encima para lograrlo, a la conciencia de pájaro cuidador de mi hogar, a la leoninidad con que peleé cada paso, a la inteligencia de zorro para organizar todas las estrategias y al espíritu de supervivencia en las dificultades que tiene una lagartija.
Y porque simbólicamente al mirar mi pasado me digo «Qué animal»
Fue el 29 de abril, allá por 2005.
elduendeoscar
Escrito el 29 de abril de 2014 en LCDO