RESACA

RESACA

«La oportunidad es como una buena comida, se debe aprovechar sin desperdicios hasta dejarnos satisfechos» elduendebobó

Desde el preciso momento en que Mario se dio cuenta de que no tendría una nueva oportunidad, siempre se pregunto qué habría pasado…

Era un día como el de hoy, raro. El cielo se la pasaba mostrando momentos de sol y bandadas de nubes. Alguna más grises que otras. Parecía un preludio de lluvia en cualquier momento. Por la ventana que da al fondo donde tenía su pequeña huerta podía verse como se oscurecía y se aclaraba el color verde de las plantas de tomate en flor. Y también del Palo Borracho, del Ficus, y de la enredadera…

Era una tarde especial para mates, para estar con compañía, para compartir una charla. Lejos del mundanal ruido y de vecinos de edificios.

El día anterior había sido uno de los más complicados. Los trámites para habilitar un proyecto no se terminaban nunca. Además, un fuerte golpe en un dedo culpa de un clavo que no quiso entrar fácil. Y como si esto fuera poco, una discusión que tiene ribetes históricos con su madre y que no los pondrá nunca de acuerdo. Todo ese entuerto lo dejaron al final del día con tanta incertidumbre que la Teoría del Caos era un chiste. Y sin embargo y por obra del azar, Mario conoció a una extranjera, una española que se llamaba Conchita y que ya culminaba su estadía y estaba a punto de volverse a su patria luego de seis meses de estudios.

Cuando se la presentaron unos amigos, ninguno le dijo cómo se llamaba. Quedó sin saber cómo ocultar la risa de vago ni bien ella se lo contó.  Interesado en volver a verla, le propuso al grupo venirse para la quinta a compartir la tarde del día siguiente. Los cuatro, sus tres amigos y Conchita aceptaron a gusto. Y se llevó del último instante de la despedida una mirada de esa morocha que lo dejó titilando. Pero lo mejor estaba por pasar. Ni bien llegó a su casa, llamó a su amigo José que se la había presentado y le hizo un par de preguntas sobre ella. La primera y directa ¿La flaca tiene onda con alguno de ustedes? Y la respuesta fue: “Yo tengo mi pareja y estoy muy bien con la loca. Lo que no puedo entender es a los chicos, sabes que hace seis meses que está acá y nadie le tiró onda, son unos pajeros”. Inmediatamente se les ocurrió un plan. Al otro día, Mario pasaría por Conchita y se mandarían solos para la quinta. Los amigos se borrarían aduciendo ser invitados a un partido de fútbol cinco. Y entonces pusieron manos a la obra. La primera que no tuvo inconvenientes fue Conchita, a ella le encantaba la idea de conocer el afuera de la ciudad. Y le pidió a sus amigos que le dieran su número de celular a Mario, para concertar horarios. Cuando Mario se enteró que todo estaba organizado de acuerdo a sus intereses, estaba más contento que payaso cuando le pagan.  Prefestejando el gentil acontecimiento que sucedería en unas horas, Mario se puso a beber unas cervezas artesanales mientras escuchaba música y jugaba con la Play.  Y se acostó tardísimo. Se despertó con una  resaca que parecían dos. Eso de beber con el estómago vacío….Se preocupó por dos cosas a la mañana de ese día. Limpiar un poco la pequeña casa donde está la huerta -ya que a simple vista parecía un campo de batalla de pendejos solteros-, cambiar las toallas –que tenían olor a pasado…a pasado por huevo podrido- y llenar la heladera con algún copete para amenizar. Un vino, tres cervezas, un ferné… Luego de todo ese movimiento, el lugar resultaba “formalmente” ameno y limpio. El dolor de cabeza no había cedido y sentía que en cualquier momento se le explotaba. En buena hora decidió clavarse dos ibuprofenos y echarse a dormir un rato. 

Habían acordado que Mario la pasaba a buscar tipo dos de la tarde. Ella, lo esperaba paradita en la esquina del departamento que alquilaba. Estaba vestida con una pollera blanca acampanada como aquella que hizo famosa a Marilyn posando sobre una alcantarilla. Zapatillas, aros grandes, pelo suelto y un top negro que cubría sus senos sin corpiño de modo ajustado. Y un detalle de color, envolviendo su cuello un pañuelo rojo, como la muleta de los toreros, esa manta que hace que el toro se enfurezca.

A la hora de haber estado esperando, Conchita llamó a otro de los amigos, que no eran de ese grupo, que inmediatamente pasó a buscarla.

Mario se despertó como las cinco de la tarde sintiendo que salía dificultosamente de las marañas del pulpo de Morfeo, el Dios de los sueños de la Mitología Griega. Cuando se dio cuenta de la hora, se quiso matar.

Conchita, viajaba a España al otro día.

Y como decía en el inicio de este relato, Mario cuando se dio cuenta de que no tendría una nueva oportunidad, siempre se pregunto qué habría pasado…

elduendeoscar

Escrito para el programa 3 de “Al ángulo izquierdo, donde duele” leído por la Locutora Marisa Waters el 29-3-2017 por http://ultra1079.com.ar/

 

ADAPTACIÓN DEPORTIVA

ADAPTACIÓN DEPORTIVA

«Lo sorprendente de cualquier juego libre es cómo nos atrapa» elduendebobó

El equipo estaba haciendo el precalentamiento físico solo por copiar algunas imágenes de jugadores profesionales que lo hacían por entonces. No sabíamos si servía para algo. Era la famosa entrada en calor. Hoy la ciencia lo nombra distinto pero hablando siempre de la misma cosa lo describe como “Acondicionamiento corporal precompetitivo”.  En ese  preciso momento o “trabajo” previo a cualquier partido cualquiera que sea un poco detallista descubre al más rápido, al más estirado, al más lento y… al más vago. Esa frase que dice “en la cancha se ven los pingos” es un perfecto resumen.

El club era un club del pueblo, como casi todos, hecho con el supremo esfuerzo de unos cuantos al principio, sostenidos por sus hijos o admiradores durante años y aprovechado por algún que otro puntero político para los meetings de su partido y para presentar promesas que dormirán en cajones imaginarios. Esa tarde calurosa la gente que nos invitó, había alquilado las instalaciones para recibirnos. Era una invitación humilde, amateur, pero con el corazón. Lo planeado era jugar un partidito y luego comernos un asado todos juntos, como debiera ser. Podría recomendárseles a los grandes cráneos que organizan el fútbol mundial un tercer tiempo, como en el rugby. Cuando el espacio lúdico se termina, cuando el juego se acaba,  la realidad somos nosotros con nuestras miserias y limitaciones. ¿Y porque no juntarnos luego de competir? Tendremos, los futboleros, que aprender de algunas reglas y algunas costumbres de otros deportes para crecer. Mientras tanto el fútbol, será chato. Solo un negocio que no regocija el ocio pero si que alimenta el odio.

El predio tenía, como pocos por entonces, tres vestuarios. Uno para el local, uno para el visitante y otro para el o los árbitros. Nos había tocado jugar en lugares donde había un solo vestuario y el local se cambiaba detrás de una lona. Con solo recordar esas historias no puedo creerlo. Aquella vez que desde antes de entrar al campo de juego soplaba un viento que levantaba las chapas del nuestro vestuario tanto, que parecía lo iba arrancar de cuajo y las otras veces, en que los vestuarios quedaban al cuidado del canchero, sin llaves ni candados. Ahí sí que si nos afanaban las pertenencias teníamos que volver caminado y con botines. El que siempre desconfió de los rateros de vestuarios fue el “Panadero”, apodo surgido por su profesión. Él se escondía toda la guita que llevaba en una bolsita de tela que le había hecho la mujer atada al cordón que ajustaba el pantalón y que quedaba apretada entre la tela y los testículos. Solía decir…”esta guita sí que me costó un huevo cuidarla”, por sobre todo luego de algún pelotazo en la zona.

El cartel pegado en la puerta de ingreso del vestuario del local decía “Acá solo entran hombres que quedarán en la gloria”. Inmediatamente salió de allí un anciano con un balde lleno de agua sucia, un trapo de piso colgado de su hombro y sosteniendo en la otra mano, una rama larga con una sopapa incrustada en una punta. La imagen resultaba tan bizarra que no es necesario explicarla. El alambrado que rodeaba la cancha tenía más agujeros que un queso gruyere atacado por polillas. De las dos pequeñas gradas que se construyeron para acomodar en lo más alto a los simpatizantes locales quedaban solo los esqueletos de hierro. ¿Los tablones? Anda a saber en qué asado terminaron de existir. ¡Y no quieran imaginar el estado del campo de juego!… Y como si esto fuera poco, como dicen los vendedores de variedades en los bondis, la red de los arcos era una falta de respeto a los pescadores. Por el agujero más chico se escapaba un tiburón y su familia. Tampoco puedo olvidarme del banco de suplentes al sol. Un montículo de tierra seca arrancado de la zanja que rodeaba aquella cancha. En fin, lo importante era jugar, lo importante era cumplir con el desafío que había nacido unos meses atrás en un torneo que jugamos en Chascomús. Aquella, había sido una competencia entre varios equipos por un premio importante. Este solo era un partido amistoso, ¡Bah!, amistoso. Eso lo podes decir cuando termina, si fue amistoso o no. Porque cuando la redonda empieza a rodar, se desatan todas las pasiones y todos los talentos. También todas las ganas y todas las impotencias.

Cuando terminamos con aquella entrada en calor, el árbitro, un hombre vestido de camisa a cuadros y vaquero, con mocasines y sombrero, nos advierte que cuando el toca él pito el partido se para y que lo que él dice no puede discutirse. Así la cosa empezó. El tipo caminaba la cancha menos que un elefante por un techo. Y como las líneas estaban descoloridas pidió que fuéramos leales, y que cada vez que se nos fuera afuera la pelota avisemos. Luego de toda esta adaptación deportiva a los recursos, al terreno, al referí y al sol, empezó el partido. Perdón. Creo que no les hablé del balón con que jugamos. Mejor, lo dejo para otro relato, porque estoy seguro, pero seguro de que no me van a creer.

                                                                                             elduendeoscar

Leído al aire en el programa 5 de “Al ángulo izquierdo, donde duele” por la Locutora Marguy Ibarra el día 12 de abril de 2017 en http://ultra1079.com.ar/

Imagen: Hugo Pata Maceroni

LA PASTILLA

LA PASTILLA

«Eternamente se preocupará el hombre por encontrar la eternidad» elduendeácido

Cualquiera de nosotros sabe inconscientemente que todo se termina, todo tiene un final. El problema es aceptarlo. Es duro entenderlo. Pero todos sabemos que en algún momento de nuestras existencias dejamos de tomar la teta, de jugar con los autitos o las muñecas, de creer en Papá Noel y los Reyes Magos, de cursar la escuela, de descansar para trabajar, de solterear para casarse, de estar solo a tener hijos, de tener hijos a tener nietos, de vivir en casa de mamá a alquilar y otros ciclos que son mayoritariamente comunes. Claro que hay quienes la pasan mejor o distinto. Cada uno debiera obligatoriamente interpretar que la vida es vivir camino a la muerte, esto es de una realidad tan objetiva que nadie escapa. En los diarios hace pocos días apareció la publicación de un descubrimiento con él que, según científicos, se podría detener el envejecimiento y lograr que una persona se mantenga físicamente activa con un cuerpo de 50 años y llegar así hasta los 120. El tema da como para hacer puré.  En un grupo de amigos cincuentones que se juntaban desde hacía 30 años, uno de los integrantes tiró el tema en la mesa de reunión “¿Che, vieron que va a salir una pastillita que te estira la vida hasta los 120?”. Inmediatamente cada uno dio su versión. Alejandro dijo que la vida le parecía aburrida y que ni se le ocurría vivir hasta tan viejo. Leandro se puso serio y dijo “¿Me estás cachando? Si es cierto, que esperen un poco porque a mi suegra no le queda mucha vida, a ver si la toma y vive mucho más”. Algunos rieron. Carlos sostuvo que tampoco la tomaría. Se imaginan dijo casi refunfuniando, “nosotros estamos casamos hace 30 años con Juana y hoy creo que estamos unidos para aguantarnos. Creo que los dos, Juana y yo, queramos vivir mucho más”.  Alberto reía todo el tiempo. Era el único solterón del grupo. Todos lo acusaban de no haber conseguido pareja por ser mentalmente un pendejo. Pero no decía nada. Finalmente Miguel confesó que él si la tomaría. Que su vida es linda y tranquila y que le gusta lo que hace, por lo que estirarla no le parecía mal.  Siguieron esbozando cada uno sus pensamientos y reacciones. Algunos de acuerdo, otros de modo parecido y así por unos minutos. Cada uno había dicho lo suyo espontáneamente reflexiones cortas pero no profundas, como toda charla de un grupo que se junta cada tanto y que si bien las personas se conocen, no se conocen tanto como para establecer parámetros profundos de opiniones. Alberto aprovechó un momento de silencio y metió un bocadillo…”Ustedes me hacen reír” sin agregar más que gestos de cabeceo negando. Todos lo miraron esperando que hable, que aclare sin oscurecer, hasta que Leandro, el más alterable del grupo, le propuso que diera su versión. Y Alberto, dio rienda suelta a su ironía:

Soy el único soltero del grupo. Ustedes siempre me critican y creen que sufro del síndrome de Peter Pan, ese que se diagnostica cuando alguien no quiere envejecer y hasta se viste como si fuera mucho más joven.  Y ahora hay algunos de ustedes que quiere tomar la pastillita milagrosa que les estira la vida.  Déjense de joder. Ya está. Lo vivido…vivido. Fue. Qué sentido tiene vivir 100 años en un mundo en guerra, en un mundo lleno de egoísmos, en un mundo en el que no sabes qué tipo de poder te va a someter, quien va a ser tu asesino, donde va a explotar la próxima bomba. Realmente si no pudieron tener una vida feliz, háganse cargo viejo. Alguno de ustedes hizo algo por los pobres? –preguntó casi enojándose. Alguno de ustedes hizo alguna denuncia de corrupción, alguna protesta contra los genocidios? Alguno de ustedes está dispuesto a dedicarse los próximos cincuenta años a buscar soluciones para la humanidad si es que esa pastillita de mierda funciona?

Entre acusaciones cruzadas de ¿vos qué hiciste? La tranquilidad con que había empezado la reunión se perdió como se pierde un diente de un trompazo. El clima de diálogo se había oscurecido y la tormenta crecía. Las miradas eran rayos casi asesinos y al punto de iniciarse una rueda de insultos, cada unos tomó sus pertenencias y se fue yendo. Por unos días nadie comunicó nada. Ni hubo comentarios en el grupo que tenían en la red del celular. Si podía leerse que los más ofendidos salían de ese grupo de comunicación. Finalmente a las dos semanas, Alberto, el “provocador”, escribió en su muro de otra red social:

“MIENTRAS EXISTA EGOISMO EL HOMBRE VA CAMINO A SER DEVORADO POR LA NATURALEZA DE SUS ACTOS Y MIENTRAS EXISTA NATURALEZA EL HOMBRE SEGUIRÁ SIENDO DEVORADO POR SU EGOISMO”

elduendeoscar

Relato escrito para el Programa 5 de “Al ángulo izquierdo, donde duele” emitido el 12 de abril de 2017 por la http://ultra1079.com.ar/

Imagen: http1.bp.blogspot…1600 Old-Women-2.jpg

 

TEATRO PARA VIVIR

TEATRO PARA VIVIR

«Una sola idea puede cambiar el mundo y una sola obsesión, destruirlo» elduendeácido

Uno de los más grandes problemas de la humanidad dentro del capitalismo es… llegar a fin de mes. Son muchos los participantes de esta carrera económica que une dos variables, lo que ganas y el nivel de vida que tenés.

Paradójicamente son muchos los que quieren vivir con dos pesos la vida de un rey y son muchos los que ganan como un rey y viven una vida de dos pesos.

Pedro notaba de dos maneras que su sueldo le alcanzaba para vivir menos. Una era porque cada vez le alcanzaba para menos cosas y la otra que debía trabajar más tiempo para ganar lo mismo. O sea que para optimizar su “vida”, debía trabajar más. Todo un chiste moderno.

Pero un día se cansó. Y tomó una decisión que cambio el rumbo de sus variables. Ganar mucho y trabajar cada vez menos. Magia? No. No.

Paraba siempre en un café a desayunar antes de entra a su oficina. Leía los diarios que le contaban de corrupción por todos lados, bóvedas llenas de dinero de origen espurio, listado de evasores sin condena, jueces cajoneando causas económicas, contrabando, agentes de bolsa prófugos, y un listado de eventos actuales que le indicaban que el camino a hacerse rico no era trabajando. No era la pala. No era la brocha. No era el pico.

En ese café céntrico se dio cuenta que la gente bien peinada a la gomina, de trajecito y con atteche en mano dialogaban con distintos visitantes del lugar, entre los cuales había comerciantes de la zona, nenes de mamá con billetes y agentes de bolsa.

Con los pocos morlacos que le restaban se compró un maletín de primera, un frasco de gel humectante, se afeito hasta los bigotes y le pidió prestado a su amigo Marcelo un traje gris que le quedada al dedillo. Marcelo, un funcionario destacado le preguntó que se traía en mano y Pedro, para no tener que escuchar el sermón del cuídate con lo que estás por hacer, solo le comentó que andaba detrás de una mina con guita. Y le prometió devolver lo prestado ni bien ocurriera el levante.

Al otro día Pedro era otro. Parecía un muñeco de torta de casamiento sentado en la misma mesa de siempre pero con modales recatados, sobrios y calculados. Si hasta el mozo que lo atendía todos los días se sorprendió y le preguntó “¿se ha ganado la lotería?”.  Para aprovechar cada posibilidad de hacer su propia propaganda le respondió “No diga nada, pero estoy tras un invento maravilloso”.  Y de adentro de su maletín sacó una carpeta y solo mostró la fotocopia de un dibujo que se robó de una página llamada Duende a lápiz… de un dibujante excepcional llamado Gastón Villalba. La obra se llamaba “El tiempo trayendo a la Justicia”. Y mostraba sobre un fondo Davincesco un caballo alado y mecánico impulsando hacia adelante a un carro de dos ruedas que transporta a dos personas, una de ellas tiene los ojos vendados. De esto se trata, pero no lo cuentes, por favor, le dijo al mozo, casi susurrando. El camarero miró el dibujo como quien mira una receta escrita en ruso y le dijo “quédese tranquilo, yo no le contaré a nadie”.

Existe un proverbio italiano que dice “Si quieres que un mudo hable, confíale tus secretos”. Pedro sabía de esa frase y pudo ver que a los cinco minutos de estar simulando una larga charla de negocios por celular apagado, el mozo comentaba lo que se le había confesado a otro parroquiano. Y luego intuyó que esa persona le contaba a otra. Pedro no dejó de anotar falsos datos en un cuaderno, medidas, profundidades, porcentajes, cifras millonarias, idea de patentamiento, y números de teléfonos y nombres inexistentes. Toda una perfecta simulación de persona elegante con contactos, con una ocupación obstinada pero prolija.  Le agregaba con un accionar actoral desde los modales a las posturas, a los movimientos de mano, una gesticulación indescifrable. Los demás presentes, quedaban atraídos en esa mañana por el misterioso halito que dejaba Pedro sin darse por enterado a propósito. Así durante un mes sin oxidarse no dejó de armar lo suyo. Solo tenía una idea.

Al terminar su desempeño teatral, y con poco tiempo, salía corriendo hacia la oficina donde se ocupaba de atender el teléfono como recepcionista y a la maldita fotocopiadora que cada tanto lo ensuciaba de tóner. Pero antes de llegar a su trabajo, como el personaje público de Superman, Clark Kent, se cambiaba de ropa para soportar la rutina diaria y cuidar “su” único trajecito.

Durante los días siguientes, se le fueron acercando desconocidos interesados en su invento. A quienes le prodigaba una escueta explicación dejando siempre algo escondido, como teniendo el as de espadas en la manga. Y de tanto tirar la línea sobre el agua el pescador logra que algún pez pique. Dicen que los dibujos posteriores que mostró intensificaban la idea de un vehículo de dos ruedas paralelas (tal las del dibujo original) que se desplazaba sin perder gravedad a una velocidad de 20 km por hora con un combustible Bio diesel. El secreto más guardado era la compensación hidráulica y el frenado. La ventaja sobre otros biciclos era la posibilidad de viajar cómodamente dos personas. Su patentamiento aún está en trámite.

Los 200.000 dólares que recibió por el proyecto de una constructora japonesa como anticipo, le permiten tomar sol muy bien acompañado en las costas del sudeste asiático.

Su frase preferida es “Tu vida cambia, con una buena idea”

elduendeoscar

 

Leído en el Programa 3 de “Al ángulo izquierdo, donde duele” por la locutora Marguy Ibarra 29 de marzo de 2017 http://ultra1079.com.ar/

Imagen: Gastón Villalba

 

EL AMOR FUERA DEL CLOSET

EL AMOR FUERA DEL CLOSET

«No todas las inclinaciones terminan en caída, muchas veces nos llevan a los cielos»  elduendeérotico

Esa semana el trabajo se había vuelto un huracán cada día más desproporcionado y avasallante. En la Fiscalía se venía trabajando en tres casos importantes que se habían robado todo el tiempo de las últimas dos semanas. Entre pesquisas, reuniones, búsqueda de datos, certificaciones, detenciones y revisión de los procedimientos, no había quedado lugar para las charlas íntimas habituales entre los componentes de aquella oficina de la Justicia. Y encima la Fiscalía entraba en Turno. Y cuando se está de turno, siempre aparece un caso que te revuelve las tripas y te modifica hasta el sueño. Y en esa oficina eran siete los integrantes. ¿Se imaginan? Tres casos resonantes con crónicas periodísticas amarillas atacando por todos lados y sembrando odio. A uno de los detenidos hubo que dejarlo en libertad porque no había evidencia suficiente para mantenerlo detenido, pese la presión social que iba in crescendo. La propia fiscal con un problema familiar serio y dos del equipo viajando para exponer en un Congreso.  Todo un panorama propicio para estresarse.

Los cuatro que estaban al frente de la dependencia se reunieron en un bar cercano el jueves a la tardecita a tomarse una relajante cerveza. Los primeros minutos fueron para dejar en claro que los tenían en un arco con tanto trabajo, pero que había que ponerle el pecho a las balas, por así decirlo con esa metáfora doliente.  Luego de eso, uno de ellos propuso cambiar de tema de conversación. Y sobre la mesa se disparó una pregunta pícara del Secretario: ¿A qué no saben quien salió del closet? Al parecer es un tema muy de actualidad que provoca sorpresas masivas. El ayudante del Fiscal dijo sin darle importancia “a mi ya no me asombra nada”.  Pero la curiosidad de los integrantes del Cuerpo Letrado presentes necesitaba ser disuelta. Y casi juntos dijeron ¿Quién? Haciéndose el informado, el Secretario deslizó “el Juez Pesteche…al que al parecer le llenaron la cocina…de humo. ¡Para, para! –dijo el ayudante- Pesteche el bigotudo que encanó al Jefe de la Regional por las coimas? El mismo, dijo el Secretario. Los comentarios no subían de volumen porque había mucha gente alrededor, pero sí de picardías e ironías. El tema los fue llevando a otros y a otros temas hasta que dieron las 21 en el reloj y al otro día había que madrugar. Habían logrado distraerse por un rato.  Al saludarse en la vereda destacaron la valentía del Juez de confesar sus inclinaciones.

Esa misma noche quedaron en repartirse las tareas hasta que vuelvan los ausentes. Por la mañana bien temprano, rodeando el escritorio del Secretario se pusieron de acuerdo. Uno atendería al periodismo y se ocuparía de solicitar diligencias. Los tres restantes tomarían cada uno los tres casos importantes pendientes para seguir enfocados y acelerar decisiones.  Todo funcionó maravillosamente. La Fiscal, cada tanto se comunicaba para asesorar y definir cuestiones finas de los casos, sin dejar de atender su problema familiar. Los dos congresistas  que estaban en Córdoba, en cada break también se comunicaban para dar sus impresiones personales sobre las causas. Eso sí, en la oficina no dejaban de relacionar cualquier pavada con la salida del closet de Pesteche. Tanta era la imaginación -un tanto discriminadora- que flotaba en el ambiente, que cualquier objeto punzante era del juez. Cualquier protesta el voz alta obligaba a decir…”a vos te falta un Pesteche”. Y de esta forma transcurrió toda esa mañana que confundía neurosis con trabajo, nervios con gastadas y no dejar cabo suelto sin aferrarlo al pobre Juez. Uno de ellos mirando una foto de archivo con la imagen del mencionado Pesteche, dijo; “Es feo, pero el amor es más fuerte”. El día fue transcurriendo sin novedades. Trabajando en equipo las cosas iban saliendo, de a poco, pero saliendo. Lo peor estaba por pasar.

El viernes la Fiscalía empezó a estar de turno y desde ese momento, todos los casos temáticos relacionados con ella, caerían en el diezmado equipo. Todos sus integrantes se mueven a sus domicilios pero deben mantenerse comunicados de modo activo. O sea, hay que atender a los llamados. Te dicen que hay que ir, y hay que ir. Son las reglas del juego judicial.

A última hora por televisión parte de la población se enteraba de un caso de violencia extrema con ribetes escalofriantes. El Secretario llama al Ayudante y le comenta lo que está viendo. Éste le dice “pobre esa Fiscalía de turno, les cagaron el fin de semana”. Intercambiaron algunas palabras y se desearon un buen finde. Luego de colgar, el Secretario recibió una llamada más indeseable que el cáncer de su hijo. El Comisario de la 37 le informaba de un trágico suceso en la zona residencial de Gonnet y que debía presentarse de inmediato. Habían asesinado al Juez Pesteche y por tratarse de un menor como presunto autor del crimen, la causa cayó en sus manos. Al joven lo encontraron llorando al lado del cuerpo y solo se le escuchó decir entre lágrimas “perdóname, vos sabes que te amo solo a vos”.

Lo más desgraciado fue un detalle de época. Esa noche en que se juntaron en el bar y hablaron entre risas de la salida del closet del Juez, alguien grabó la conversación y fue entregada a los medios…

Tiempo después, se supo que el Dr. Pesteche creyó haber sido engañado por aquel joven, su pareja, con otro joven, y decidió quitarse la vida con un veneno letal. Dejó una carta para el Juez actuante donde explicó su decisión. En ella dejó una frase que aún hoy sobrevuela en Tribunales “El amor es más fuerte que la Justicia”.

elduendeoscar

Leído por la Locutora Marguy Ibarra en el programa n°5 de “Al ángulo izquierdo, donde duele” por http://ultra1079.com.ar/ el 12 de abril de 2017

 

ANGUSTIAS DE DOMINGOS

ANGUSTIAS DE DOMINGOS

                                            «Ser salvado de uno mismo es un sueño, solo un fino deseo imposible» elduendeácido

El domingo suele ser un día ideal para relajarse y ocuparse de cosas de las que no podemos hacer durante la semana. Para muchos es un bienvenido día de descanso. Para otros, el momento perfecto para juntarse, para hacer visitas o para conversar sobre temas pendientes. No deben ser excluidos de esta referencia, aquellos que los domingos trabajan. Para incluirlos en lo que voy a decir, basta con pensar que tal vez “su” domingo sea un lunes o un jueves por ejemplo. Pobre de aquel que no tenga un día para descansar de sus obligaciones laborales. La modernidad capitalista no se cansa de fabricar modelos de distintos tipos de esclavitudes como esa. 

Imaginando entonces que todos tenemos un domingo. Y creyendo que lo podemos planear, cada uno tiene sus preferencias. Así las familias numerosas suelen juntarse a almorzar, los jóvenes se invitan a reunirse en algún lugar al aire libre, las señoras a tomarse un té con canasta o escoba, los abuelos solitarios a juagar a las bochas o al truco en los centros para jubilados, los amigos a comerse un asadito, y así, un listado inmenso de costumbres de uso del domingo.

Algunos filósofos, no todos piensan lo mismo, que desarrollan el concepto “angustia” suelen ejemplificar con qué el domingo al atardecer es el mejor momento para sentirla. Y pensando en una patria futbolera como la nuestra, cuando no hay fútbol un domingo, es como comer un pedazo de carne asada sin sal. Y si a esto le agregamos que no tenemos una pareja estable con la que tener sexo, la cosa se complica y la angustia crece a niveles proporcionales al de una nube negra. Entonces ese domingo llega a nuestras vidas, y somos capaces de cualquier cosa con tal de apagar, disimular o esconder la angustia. Somos capaces de  agarrar el control remoto y entramos a darle al zapping hasta detenernos en un partido jugado hace 20 años con jugadores que conocimos y que en la actualidad o son técnicos o no sabemos qué fue de su vida. O nos quedamos mirando un partido de la liga sueca o australiana con tal de ver fútbol. O empezamos a mirar una película ya empezada y el argumento es una pedorrada insoportable. O paramos el dedo en un canal de música donde pasan temas que escuchas en todos lados y que los medios tratan de meterte en la cabeza el ritmo o una frase que se te pega y no sabes ni de qué carajo se trata.  Pero te encontrás cantado esa porquería como su fuera un vicio, repetidamente y sin parar, incluso dos días después de escucharla.

Otra de las cosas que hacemos un domingo para matar la angustia, es hacer visitas o recibir una visita. Y puede pasarte que todo lo bueno que querías contar no podes hacerlo, porque tu invitado o tu anfitrión está deprimido o le anda dando vueltas a un problema como si fuera una víctima del universo. Y vos le prestas la oreja, el hombro, el apoyo, y alguna palabra de consuelo. Pero tu angustia sigue. Es como un punto negro que si no lo reventas a tiempo, se nota cada vez más. Y cuando estás solo, la angustia se hace sentir. Es como si te faltara algo. Como si todo lo que hiciste hasta acá en tu vida, no sirviera para nada.  Y hasta uno carece de inspiración y solo desea que pasen las horas. Hasta que llegué el bendito sueño, el que te hace cerrar los ojitos y te libere de ella. Pero ojo con sentirse ganador. La angustia puede volver en un sueño y dejarte tecleando impotente.

Hay una gran diferencia entre angustia y languidez. Tal vez ambas, nos indiquen ausencia de algo. Pero cuando se confunden y actúan juntas son peligrosísimas. Somos capaces de comernos una docena de facturas de corrido y sin distinguir dulce de leche de crema pastelera, ni de diferencias Bola de fraile con torta negra. Le entramos a dentelladas secas y calientes como diría Miguel  Hernández en la Elegía que canta Serrat. Y taponamos el estómago como si fuera una fosa común. Comer es también una práctica desmedida para enmascarar la angustia.

Hace muchos años que la descubrí tratando de treparse a mi cabeza y quedarse para siempre. Y de aceptarla como parte intermitente de mi vida, que a veces aparece y otras veces no, he encontrado la receta para pintarle la cara. Y de sentir que ya hice todo lo que quería hasta aquí les cuento algunas ideas para tratar de aliviar el peso de la angustia, por sobre todo los domingos a la tarde.

Primeramente tener sexo. No es una recomendación de ir hacia lo manual, eso puede generar más angustia en todo caso.  Pero si no se puede, entonces, mirarse un partidito. Pero si no se puede, ya sea porque el precio del cable es impagable o porque ese domingo no hay fecha oficial, vayamos a otra recomendación. Visitar a un amigo pila pila. Uno de esos que tiene el ánimo en el estante de arriba y siempre te convida para levantar la autoestima. Si tampoco es posible, entonces cocinar algo rico, de modo artesanal y haciendo algún experimento. Mientras eso sucede podes escuchar a tu banda preferida (evita las canciones de amor) Si no tenés ganas de invertir tu tiempo en eso y no tenés ganas de escuchar nada, entonces lee. Elegíte un libro que no sea de política, ni de economía, ya tenés angustia, no te deprimas!. Si no sabes qué libro encarar por tu estado de ánimo, no busques un libro de autoayuda.  Evita leer sobre religiones, filosofía o psicoanálisis. Y si no podes mantener la vista tres renglones seguidos, entonces, salí a caminar, y si está lloviendo y no te querés mojar, escribí lo que te pasa o hace dibujitos en un papel y con cualquier material. Y si no te sale nada, pero nada. Te recomiendo meditar bajo la ducha y bancártela. La angustia finalmente es como una medusa que te pica, primero un pinchazo y luego un ardor que crece y no se termina nunca…por sobre todo si querés lavar la picadura con agua dulce….

elduendeoscar

Texto prog 4, 5 de abril de 2017   “Al Ángulo izquerdo, donde duele”  http://ultra1079.com.ar/

 

 

 

QUÉ JUGADOR!!!

QUÉ JUGADOR

«Debemos dejar que nos sorprenda lo posible» elduendeerótico

Nos juntamos todos los terceros sábados del mes a jugar al Poker, por chirolas, es más juntarse que ganar unos pesos, y siempre en la misma casa, la del Gordo. Es una especie de encuentro para escapar un poquito de la rutina y de paso hacer una falsa noche de solteros…jeje. Estábamos los seis de siempre, Juan, el Tincho, Migue, por supuesto el Gordo, el Flauta y yo. La última reunión fue hace como dos meses, porque justo cuando nos tocaba juntarnos el mes pasado, la mujer del Flauta le dio un ataque de celos y no lo dejó venir. Al parecer al loco lo venía tentando una compañera del laburo con mensajitos tenues y con unos cuantos me gusta y me encanta es su muro de Facebook. Y la Jermu se empezó a perseguir mal. Y lo mejor que se le ocurrió fue decirle, un día antes de nuestra cita “Si es cierto que me sos fiel, mañana quédate en casa”. Y nos cagó la noche. La suspendimos. Fue más injusto que un gol en contra faltando un minuto cuando vas empatando.  El Flauta es un pan de Dios, un tipo al que le confiaría mi mujer. Es tan honesto que no puede poner cara de Poker, y cuando está cargado de cartas, se da cuenta hasta el gato del Gordo, que es tuerto y la última vez que cazó algo  fue un calzoncillo que colgaba del tendedero.

Al rato de empezar a jugar y como tema de fondo y para tratar de hablar de algo, Migue manda una pregunta que nos dejó boquiabiertos. ¿Che, alguno de ustedes fue infiel alguna vez?

No empezamos a mirar sorprendidos como tratando de entender a qué venía la cosa. Ninguno se animaba a decir nada, ni a favor ni en contra. O sea, ni afirmando, ni negando. Creció el silencio mientras el Gordo repartía las cartas y le exigía a Juan que pusiera la luz.

El aire se había enrarecido. El Flauta soltó la primera frase “A mí con una mujer me alcanza”, el Gordo terminó de dar y se fue a buscar una cerveza. Juan dijo que ni siquiera lo había pensado, el resto hizo mutis por el foro.

Inmediatamente se metieron de lleno en ver que cartas le había tocado a cada uno y antes de empezar a apostar, Migue larga un comentario que nos desconcertó a todos: “Disculpen, quería saber si alguna vez fueron infieles, porque yo sí, y quería saber que habían sentido”.

De Migue, el más amigo es el Tincho y lo primero que dijo fue “Ah, vaguito el nene, nunca me contaste nada”. A mí, se me ocurrió pedir que terminara la mano y parar unos minutos para charlar del tema, ya que nos estábamos distrayendo y pintaba para escucharlo. La idea fue aceptada por unanimidad. Y al ratito mirábamos y escuchábamos atentamente al Migue que nos contaba su historia:

-Ustedes saben que me casé muy joven y que hace 20 años vivimos con mi mujer en la misma casa, dormimos en la misma cama y estamos casi siempre juntos, incluso en el trabajo. Y si tuviera que decir algo malo de mi mujer estaría mintiendo. Juro que nunca desee a otra mina que no sea a ella. Por supuesto que estar a dieta no quiere decir que no mires el menú. Pero yo siempre me sentí diez puntos y nunca se me ocurrió ni siquiera pensar en otra historia. Pero debo confesar que ese día me dejé llevar y hasta hoy no sé si estuvo bien o estuvo mal lo que hice. Se acuerdan del día de la tormenta? Esa del viento que volteó arboles, voló chapas y cortó cables? Bueno, yo tenía ganas de comer helado, y bajé a una heladería justo justo cuando empezó a llover. En el local había una señorita muy bella haciendo su pedido. Solo dos gustos; Cereza a la crema y vainilla. Exactamente los mismos gustos que yo iba a comprar. Y lo dije en voz alta “yo venía por los mismos”. Ella me miró y me preguntó: ¿“Enserio”? Jodeme. Si, le dije. Estaría todo el día comiendo esos gustos. Y con lluvia son más ricos, agregué sin saber qué decir. Ella, se quedó en el local mirando como llovía afuera, mientras lamía con unción su helado. Yo la miraba por el espejo, más curioso por la elección de los gustos que por otra cosa. Cuando termino de pagar, me doy vuelta con intenciones de salir y veo que llueve torrencialmente, y me quedé comiendo mi helado y charlando con esa joven desconocida de vaguedades.

Hasta acá escuchábamos su narración casi envidiándolo. Tanto que hasta el Flauta apagó la radio. Y continúo contando:

Terminamos los helados casi juntos. Y llovía menos. Le pregunté si vivía lejos y me dijo que cruzando el parque. Le propuse acercarla y en un minuto estábamos en el auto.  Cuando me dirigía a su casa empezó llover infinitamente y me pidió que estacionara, ella no tenía apuro en llegar. La ciudad oscureció. Me iluminó su mirada. Y empezamos a los besos. Me desprendió la camisa, me dasabrochó el cinto y no la podía parar con nada.  No sé. Me dejé llevar.

Te comieron Migue!, Te  co mie ron!, dijo el Tincho. Y agregó; sos un guacho, yo sé que vos sos fanático  del chocolate y la frutilla al agua….

¡Qué jugador!

Tardamos un rato en volver al paño, pero el recreo, estuvo buenísimo.

elduendeoscar

Leído por la Locutora nacional Marisa Waters en el Programa “Al ángulo izquierdo, donde duele” www.ultra1079.com el 22 de marzo de 2017

IMAGEN: http://fellomix.es.tl/fondos-de-corazones.htm