Crónicas del viaje de un loco…(49) Día 11 de la Travesía…Lo artesanal

Crónicas del viaje de un loco…(49)

Día 11 de la Travesía…Lo artesanal

A media mañana me despedí de mi anfitrión y de sus crías. Pero antes de salir de Trelew para seguir mi trayecto al sur, hice otra parada. Aprovechando nuestro contacto vía redes, visité a una ex compañera de la Carrera de Periodismo, Malena. En su casa me presentó a su pareja Ricardo, un cocinero italiano que sufre los avatares de patrones inexpertos argentinos en esa ciudad. Hablamos de pizza, de queso de oveja, de prensa, de las apuestas a encontrar una idea para proyectarse, y de otras cuestiones culturales. Obvio, mates de por medio. Al irme, me regalaron un frasco con damascos en almíbar, a los que en cualquier momento de este viaje, les voy a entrar. Esos, no llegan a casa.

Tomé la ruta rumbo al sur pensando en la conversación que acababa de tener. Me pareció muy interesante reflexionar sobre la búsqueda que hacen muchas personas para encontrar un modo de trabajo, un lugar de expresión o un proyecto que combine lo propio con una labor que los satisfaga, y les permita sostenerse.

Podría decir que cada uno es su propio artesano de ello. Por supuesto que hay mucha gente a la que no le interesa y en el primer lugarcito que se sintieron cómodos, se quedaron. Por ejemplo, aquellos que siguen una línea familiar de trabajo en un negocio, sin cambiar nada, de profesión idéntica a los progenitores, de muchos oficinistas u obreros, que no les nace hacer algo innovador. Puedo agregar que muchos de ellos son personas felices. Pero hay algo en la satisfacción por vivir que tienen aquellos que realizan búsquedas personales, que no se tienen de otro modo. Esa necesidad de realizarse a partir de una idea propia es tan placentera, tan intensamente agradable, que hay que desear que a los demás les ocurra. Es un proceso que moviliza la astucia con la curiosidad y que mezcla la realidad con la esperanza.

Por la RN3 rumbo al sur planeo para hoy, llegar lo más cerca al objetivo Cabo Vírgenes, pero no lo haré en un solo día. Todavía faltan unos 1200 kms, y voy paseando.

Hice una parada en un Estación de Servicio en Garayalde para almorzar. Un punto de encuentro en la ruta a 200 kms al sur de mi punto de partida. Donde rearme la voluntad de seguir a pesar del gran viento que me esperaba en Comodoro, además de otro amigo. En este lugar charlé con Cipriano, un Carioca que va rumbo a Ushuaia con su moto (casi motohome). Van muchos brasileros para allí. El viajero del Brasil, ve con buenos ojos de aventura hacer el trayecto que va de Salvador Bahía o de Rio de Janeiro a Ushuaia. Muchos lo hacen ingresando por Misiones y muchos por la costa uruguaya, que me parece más larga pero con mucho paisaje de mar.

Recuerdo una anécdota, al norte de Uruguay en 2003 . Veníamos bajando del Chuí Brasilero (52) en dos bicicletas con mi gran compañera de viaje de entonces, María. Hicimos parada en un camping a la vera del mar en el Chuy (Uruguay) y nos preparábamos para acampar, hacer un descanso por ese día y seguir rumbo a Montevideo por la ruta costera 9. Al lado de nuestra carpa estaba armando su carpa otro viajero en bicicleta llamado Santos, que venía pedaleando desde el Pelourinho (Salvador Bahía). Claro que su bicicleta estaba super equipada y llevaba rumbo a Ushuaia. En un momento veo que intenta sacar una foto a un pequeño lecho de agua donde había unos cangrejitos desde cerca. Accidentalmente se le cae la cámara fotográfica al agua y la levanta en una rápida reacción. Me acerqué corriendo y le dije que le sacará las pilas, cosa que hizo caso con cierta desconfianza. Tomé una de mis botellas de agua mineral y le lavé la cámara que había tenido contacto con el agua salada del mar. Luego le recomendé que la dejará secar al sol. Que por la noche, le volviera a poner las pilas y probara. Todo este proceso lo realizamos mientras no dejaba de lamentarse por todo el material que perdería. Hablamos de nuestros viajes y le dejé mi contacto para cuando pasara cerca de casa, por si tuviera algún problema. Y lo tuvo. Unos 20 días después llegó en su móvil hasta casa y se quedó cuatro días para cambiar sus coronas y cadenas. Finalmente, ese día, la cámara volvió a encenderse y no perdió nada de material.

No hay mucho para contar de este trayecto que es casi desértico. Tal vez decir que hay muy mala o nula señal de internet, pero en muchas áreas del sur con poca población, esto sucede normalmente.

Estuve hablando con otros tres motoqueros, pero argentinos, que también iban rumbo a Ushuaia. Vendían escudos y calcos de la RN3 y 40 para pagarse el combustible. Es muy bueno para un viajero encontrarse con otro, las horas dejan de existir entre dato y dato, y el aliento que se toma de esas charlas, es muy reconfortante.

Seguí rumbo a Comodoro Rivadavia y aproveché para visitar a Rodrigo, el bici viajero que conocí en Punta Perdices (ver crónica 35), quién ya había llegado a su casa luego de su larguísimo viaje desde el norte.

Fue un encuentro breve pero grato. Me recibió con su madre y me mostró todas las artesanías en metal y piedras que hacía para vivir.

Al llegar a Comodoro, deposite una botella plástica con agua en el templo callejero de la Difunta Correa. Si bien, yo no soy creyente, por la dudas y para que vea que hay buena onda con lo pagano. Como dice el conocido refrán “Hay que creer o reventar”

El viento que sopla por estos lares, solo puede ser dominado por Patoruzú….

La seguimos…

(52) El Chuí de Rio Grande, Brasil, es una ciudad que limita con El Chuy, del Dto de Rocha en Uruguay, que tiene entre otras costas La Playa del Rengo y La Barra del Chuy, donde surge esta historia.

Imagenes: Los mapas de Google maps, el resto propias.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s