Las ganas son producto de las vitaminas que nos da la vida.
No se consiguen en frasquitos en la farmacia de la esquina.
Para conseguirlas, hay que amar la vida.
De pronto aparecen e iluminan el camino y el horizonte hacia donde te llevan. Pueden encenderse y lubricarse en un momento inesperado. Y son capaces de atreverse a romper las reglas del deseo formal de tu entorno. Muchas veces nos llevan de narices hacía lo prohibido, hacia lo inalcanzable, así como tambien hacia lo conocido con mucho placer.
Las ganas no tienen formato, solamente pueden variar de intensidad, incluso pueden reprimirse o desaparecer. Lo bueno sería satisfacerlas. ¿Para qué vivimos?, si no para hacer, lo que se nos da la gana. En un sistema mundial de obligaciones cotidianas, por ganarse unos pesos para pagar lo que siempre estamos debiendo, lo recomendable es no perder las ganas. No solo de las que parecen pequeñas como las de comerse un chocolate o salir a caminar, si no, las ganas revolucionarias de romper con un sistema tan opresivo.
Las ganas no tienen dueño, cualquiera puede tenerlas, solo que quién tiene más poder, parece que tiene la ventaja de resolverlas más repetidamente. Pero tener ganas, es tener poder.
Hace muchos años, que no tengo ganas de no tener ganas. Creo que, no tener ganas de nada es un estado cercano al suicidio, y ni se me ocurre.
Lo que he descubierto con esto de tener ganas siempre, es que a veces, se nos hace difícil la vida por cumplirlas y es bueno en esos momentos, encontrarse con gente que te renueve las ganas, que te aliente a no perderlas. Y les aseguro, que hay mucha gente bella y dispuesta. Y si esas ganas, que no vienen en frasquito, que no tienen formato, que van y vienen, y que nos llevan a cualquier parte, las ponemos en lo que amamos hacer, entonces la felicidad es un aroma que nos mantendrá flotando mientras vivamos.
elduendeoscar
Escrito para el programa cultural de La Casa de Oscar, llamado “Al ángulo izquierdo donde duele” T2 E:26 emitido por Radio La Plata el 27 de octubre de 2020.