Les convido con lo que quedó de algunas noches…
RESTOS DEL BODEGÓN (1)
Presentación…
Mucha gente suele decir “Este será un año difícil” tratando de anticiparse a lo que va a pasar y de alguna manera con cierta visión negativa. Tengo más años que el perejil y ningún año de mi vida lo he empezado creyendo qué “Este será un año facilongo”. El pobre que está condenado a laburar, más o menos, no dejará de hacerlo. Los pobres no suelen salir del fango sin haberse ensuciado bastante. El rico tampoco puede decir este año va a ser tranquilo. El rico está condenado a no perder ni una gota de su riqueza, ni un gramo de su stock. Y para cómo le está gustando girar al mundo en los mercados financieros, cualquiera es puré en cualquier momento. Ya lo dice un refrán popular “No es más pobre el que menos tiene”.
Hago esta introducción para decir que sea el año que sea, hay que animarse. Y si se aprende a no tenerle miedo al precipicio, a las sombras, a la lluvia, a las cucarachas, al agua fría y a otras cosas, ya podemos decir que estamos preparados para emprender camino. Lo central es perder el miedo. No se dejen embaucar por los militantes del miedo. El mundo no es fácil.
Hace un tiempo que venimos charlando entre nosotros de empezar a abrir las puertas a gente que no puede acceder a “La Casa de Oscar” si no tiene la contraseña del grupo que realiza un evento. Creemos que el espacio está hecho con tanta buena intención que no convidarlo es un principio de egoísmo. Somos conscientes de las escasas propuestas familiares y de buena onda que se imponen en nuestra ciudad a fin de juntar gente para entretenerse y comer con poco dinero. Entonces fue cuando decidimos agarrar la pala como negritos que somos y empezamos a construir nuestro Bodegón en las arenas de la realidad, tratando de qué se convierta en tierra fértil para sus aventuras.
El primer fin de semana estuvo genial. Les pasó contar las atrevidas y sexuales historias de dos ancianos en sillas de ruedas, la odisea de Marcos mientras repartía la guía telefónica y la visita de la quebrada con toda su voluntad de seguir siendo inquieta.
Estábamos debutando como Bodegón y queríamos dejar la mejor imagen en todos los aspectos. Ese día incluso, me bañe. En una de las mesas cuatro personas dialogaban de lo más divertido en plena cena. Parecía ser una de esas conversaciones donde uno quiere estar. Sigilosamente y con la excusa de preguntar si la comida estaba rica (típica pregunta para ganarse la confianza y la propina), me fui acercando como quien no quiere la cosa. Y de paso tratando de escuchar si el tema en cuestión era de mi agrado. Hay gente que se ríe de temas serios y suelo ponerme de mal humor. A esa mesa había llevado una milangas de pollo que se caían del plato y que estaban hechas con tanto amor como huevo.
A mi pregunta de ¿Todo bien? La respuesta fue “perfecto”. Velozmente me introduje en la conversación (no voy a contar el secreto de cómo ingresar a una conversación de otros sin ser visto, eso se cobra aparte) y en quince segundos empecé a enterarme…
Seguiremos con las historias….
