Crónicas del viaje de un loco…(35) Día 7 de la Travesía…Los Proyectos (3)

Crónicas del viaje de un loco…(35)

Día 7 de la Travesía…Los Proyectos (3)

El Trayecto desde Playa de Las Conchillas hasta Punta Perdices es asfaltado hasta el sector que llega al pequeño poblado y luego es de arena dura con caparazones de conchas y caracoles rotos.

Son apenas unos 7 kilómetros en total.

Al llegar, luego de estacionar, me encontré con una imagen muy silvestre. Ninguna construcción, ninguna barrica, solo un mangrullo donde se apoyaba una bicicleta viajera, un cartel que avisaba de la existencia de lobos marinos y de la propuesta de no molestarlos. Había llegado a una especie de península donde la especie usa las playas para alojarse. Los escasos visitantes humanos, la hacían más interesante todavía. Mientras estuve allí, nunca hubo más de cinco autos estacionados en el sector de acceso vehícular.

Magnifico lugar para pensar, hablar en voz alta, putear, relajarse y entrelazarse con la naturaleza.

Me lancé a caminar en absoluta soledad. Había viento, pero esa tarde, al menos no fue intenso y la brisa ayudaba a refrescar el vigoroso calor que hacía. Para ubicarlos en la cronología del tiempo, estoy relatando lo que sucede el 3 de enero del 2020, pleno verano en Argentina.

Las playas me resultaron extrañas. Es necesaria la aclaración de la disposición geográfica del lugar. Es una punta de arena que entra al mar. Uno de los vértices mira hacia el sur (Hacia Las Grutas) y el otro mira hacia el oeste (San Antonio Oeste). En la primera, lejos de la orilla se forma un depósito de restos vegetales con arena muy fina.

Al pisar ese suelo en pie se hunde unos 15 centímetros. La sensación es la de estar pisando bosta de caballos (salvando las distancias y diferencias aromáticas). Es una playa plana que a pocos el mar se profundiza y es por donde llegan los lobos marinos que se estacionan en el lugar. La otra playa, del otro lado, tiene menos ancho y se mete más vertical al mar. Desde esta, puede verse la orilla de enfrente donde es muy visible una empresa de procesamientos, a poco menos de un kilómetro.

Mi caminata estuvo poblada de pensamientos sobre la idea de reflexionar sobre los proyectos. Uno de los pilares de este viaje, era pensar o repensar mi vida de aquí en adelante. Digamos, tengo toda la intención de organizar cómo serán los días que me quedan por vivir. Así como qué actividad haré para sostenerme y dónde vivir.

En medio de mi camino de retorno me encontré con una manada de lobos sobre la orilla de la playa que da al sur. En el aire, mucho antes se olía a pez muerto, ese aroma ácido y salino que tienen los peces que se pudren. Pero no hay que sorprenderse de esta pista. Todas las manadas de la naturaleza huelen a algo. Los humanos solamente, hemos convertido a nuestros olores en fragancias químicas no naturales.

Las recomendaciones que se dan respecto a no molestar la tranquilidad de los animales es, entre otras, la de no acercarse.

¿Cómo nos sentimos cuando alguien extraño ronda nuestras casas?

Ante la posibilidad de sentirse posiblemente agredido o capturado, los animales tiene dos herramientas, huyen o enfrentan al invasor.

De ser molestados asiduamente, las manadas como en este caso, dejan de acercarse y de hacer su vida en el lugar. Es como una especie de desalojo violento. Lamentablemente el hombre, lo ha hecho con los pueblos humanos originarios de mucho lugares del planeta. ¿Se vive mejor? Dejo la respuesta a su criterio…

Pude observar de lejos la tranquilidad de esto ejemplares. El sol está verdaderamente abrazador. La vegetación es baja y la única sombra la puedo conseguir dentro de la Kangumovil.

Armó una mesa para leer y preparo unos mates. Veo al dueño de la bicicleta que estaba apoyada en el mangrullo y le propongo compartir unos mates. Surgió una bella charla, de viajes, de amores viajeros, de rumbos y por supuesto de proyectos.

Rodrigo, tiene su casa familiar en Comodoro Rivadavia, por donde pasaré prontamente en mi dirección al sur. Estaba desde el día anterior y trataba de ver cuando podía emprender su retorno, ya que venia pedaleando desde Bolivia. Todo en su caso, dependía del viento, ya que debía aprovechar el viento en su espalda para aprovechar el impulso que da. Viento en contra, es posible, pero el esfuerzo, es mucho mayor.

Dibujando en la arena desarrollé mi teoría del rumbo para tratar de ordenar algo en los pensamientos de viajero. Hacía dónde ir cuando algo que creíamos eterno se nos pierde. O cuando el escenario que deseábamos enfrentar, cambia. O qué hacer cuando todo lo que tenemos no nos alcanza para conseguir aquello que anhelamos.

Como dice elduendevenenoso “No hay mejor porvenir que el que no vendrá”

La seguimos…

Imágenes: Mapa de Google Maps, el resto propias…

Un comentario en “Crónicas del viaje de un loco…(35) Día 7 de la Travesía…Los Proyectos (3)”

  1. Cómo me maravilla y me transporta su relato amigo!!! Lástima q debo esperar hasta el próximo lunes. Se le aprecia.

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