ANGUSTIAS DE DOMINGOS

ANGUSTIAS DE DOMINGOS

                                            «Ser salvado de uno mismo es un sueño, solo un fino deseo imposible» elduendeácido

El domingo suele ser un día ideal para relajarse y ocuparse de cosas de las que no podemos hacer durante la semana. Para muchos es un bienvenido día de descanso. Para otros, el momento perfecto para juntarse, para hacer visitas o para conversar sobre temas pendientes. No deben ser excluidos de esta referencia, aquellos que los domingos trabajan. Para incluirlos en lo que voy a decir, basta con pensar que tal vez “su” domingo sea un lunes o un jueves por ejemplo. Pobre de aquel que no tenga un día para descansar de sus obligaciones laborales. La modernidad capitalista no se cansa de fabricar modelos de distintos tipos de esclavitudes como esa. 

Imaginando entonces que todos tenemos un domingo. Y creyendo que lo podemos planear, cada uno tiene sus preferencias. Así las familias numerosas suelen juntarse a almorzar, los jóvenes se invitan a reunirse en algún lugar al aire libre, las señoras a tomarse un té con canasta o escoba, los abuelos solitarios a juagar a las bochas o al truco en los centros para jubilados, los amigos a comerse un asadito, y así, un listado inmenso de costumbres de uso del domingo.

Algunos filósofos, no todos piensan lo mismo, que desarrollan el concepto “angustia” suelen ejemplificar con qué el domingo al atardecer es el mejor momento para sentirla. Y pensando en una patria futbolera como la nuestra, cuando no hay fútbol un domingo, es como comer un pedazo de carne asada sin sal. Y si a esto le agregamos que no tenemos una pareja estable con la que tener sexo, la cosa se complica y la angustia crece a niveles proporcionales al de una nube negra. Entonces ese domingo llega a nuestras vidas, y somos capaces de cualquier cosa con tal de apagar, disimular o esconder la angustia. Somos capaces de  agarrar el control remoto y entramos a darle al zapping hasta detenernos en un partido jugado hace 20 años con jugadores que conocimos y que en la actualidad o son técnicos o no sabemos qué fue de su vida. O nos quedamos mirando un partido de la liga sueca o australiana con tal de ver fútbol. O empezamos a mirar una película ya empezada y el argumento es una pedorrada insoportable. O paramos el dedo en un canal de música donde pasan temas que escuchas en todos lados y que los medios tratan de meterte en la cabeza el ritmo o una frase que se te pega y no sabes ni de qué carajo se trata.  Pero te encontrás cantado esa porquería como su fuera un vicio, repetidamente y sin parar, incluso dos días después de escucharla.

Otra de las cosas que hacemos un domingo para matar la angustia, es hacer visitas o recibir una visita. Y puede pasarte que todo lo bueno que querías contar no podes hacerlo, porque tu invitado o tu anfitrión está deprimido o le anda dando vueltas a un problema como si fuera una víctima del universo. Y vos le prestas la oreja, el hombro, el apoyo, y alguna palabra de consuelo. Pero tu angustia sigue. Es como un punto negro que si no lo reventas a tiempo, se nota cada vez más. Y cuando estás solo, la angustia se hace sentir. Es como si te faltara algo. Como si todo lo que hiciste hasta acá en tu vida, no sirviera para nada.  Y hasta uno carece de inspiración y solo desea que pasen las horas. Hasta que llegué el bendito sueño, el que te hace cerrar los ojitos y te libere de ella. Pero ojo con sentirse ganador. La angustia puede volver en un sueño y dejarte tecleando impotente.

Hay una gran diferencia entre angustia y languidez. Tal vez ambas, nos indiquen ausencia de algo. Pero cuando se confunden y actúan juntas son peligrosísimas. Somos capaces de comernos una docena de facturas de corrido y sin distinguir dulce de leche de crema pastelera, ni de diferencias Bola de fraile con torta negra. Le entramos a dentelladas secas y calientes como diría Miguel  Hernández en la Elegía que canta Serrat. Y taponamos el estómago como si fuera una fosa común. Comer es también una práctica desmedida para enmascarar la angustia.

Hace muchos años que la descubrí tratando de treparse a mi cabeza y quedarse para siempre. Y de aceptarla como parte intermitente de mi vida, que a veces aparece y otras veces no, he encontrado la receta para pintarle la cara. Y de sentir que ya hice todo lo que quería hasta aquí les cuento algunas ideas para tratar de aliviar el peso de la angustia, por sobre todo los domingos a la tarde.

Primeramente tener sexo. No es una recomendación de ir hacia lo manual, eso puede generar más angustia en todo caso.  Pero si no se puede, entonces, mirarse un partidito. Pero si no se puede, ya sea porque el precio del cable es impagable o porque ese domingo no hay fecha oficial, vayamos a otra recomendación. Visitar a un amigo pila pila. Uno de esos que tiene el ánimo en el estante de arriba y siempre te convida para levantar la autoestima. Si tampoco es posible, entonces cocinar algo rico, de modo artesanal y haciendo algún experimento. Mientras eso sucede podes escuchar a tu banda preferida (evita las canciones de amor) Si no tenés ganas de invertir tu tiempo en eso y no tenés ganas de escuchar nada, entonces lee. Elegíte un libro que no sea de política, ni de economía, ya tenés angustia, no te deprimas!. Si no sabes qué libro encarar por tu estado de ánimo, no busques un libro de autoayuda.  Evita leer sobre religiones, filosofía o psicoanálisis. Y si no podes mantener la vista tres renglones seguidos, entonces, salí a caminar, y si está lloviendo y no te querés mojar, escribí lo que te pasa o hace dibujitos en un papel y con cualquier material. Y si no te sale nada, pero nada. Te recomiendo meditar bajo la ducha y bancártela. La angustia finalmente es como una medusa que te pica, primero un pinchazo y luego un ardor que crece y no se termina nunca…por sobre todo si querés lavar la picadura con agua dulce….

elduendeoscar

Texto prog 4, 5 de abril de 2017   “Al Ángulo izquerdo, donde duele”  http://ultra1079.com.ar/

 

 

 

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