Antes de llegar al próximo destino en mis mapas, me detuve para escuchar al viento en la inmensa soledad que brindaba el lugar y el atardecer. Los invito a detenerse en un viaje donde crucen una llanura, un desierto, una planicie, y traten de ver cuál es su tamaño frente a la magnitud de las dimensiones de esas geografías. Tal vez enfrentar al mar con la mirada nos diga lo mismo, pero las olas promueven vida, movimiento, y no es lo mismo. Les aseguro que mirando al horizonte no ver nada que se mueva es de una incertidumbre adrenalínica increíble. Por sobre todo si en lugar de angustia, pueden sentir paz.
El rumbo que seguí fue el de moverme manejando en el atardecer, con un clima no tan hostil como el de la mañana. Subí por la RN40 camino a Calafate. Ciudad que ya conocía, pero de la que voy a contar algunas experiencias y recomendaciones.
Durante este trayecto que realicé en unas tres horas llegando a las 8 pm a mi destino, pude pensar en el sueño que les conté había escrito al despertarme.
Cuando uno tiene muy claro un plan, un proyecto, una dirección en la vida, seguramente adquiere un sentido de orientación que se hace más firme a medida que se va ejecutando. Y uno empieza a cuidar que ese tipo de idea original no se salga de los rieles. Y en el caso que suceda, intentar retomar el camino por donde veníamos, para continuar hasta concluir con lo planeado.
Yo estaba viajando en un transporte al que le tenía una confianza ciega en medio de la nada, sin poder comunicarme con quien quisiera , y suponiendo que los mapas y el camino me llevaban a un punto elegido. Puede decirse que existía una lógica entre lo que pensaba, sabía y lo que iba aconteciendo. Y me puse a pensar o revisar ese sueño, debido a que como todos los sueños nos dicen algo, intenté saber qué me decía este.
Muchas veces, lo onírico no hace más que recordarnos probabilidades y eso creí que me proyectaban aquellas imágenes. Por la interpretación de la posibilidad de encontrarme con caminos desconocidos estaba ocurriendo, solo que sabía hacía donde me llevaban. Ahora bien, si tengo que recordarles que ni el GPS funcionaba como para dar una locación exacta de mi alma, ténganlo en cuenta. Pero estaba acompañado por alguien que no me dejaba perderme; yo mismo. Y recuerden que ustedes mismos son para ustedes la más confiable de las personas sobre el planeta. A menos que ustedes mismos vivan una vida de personaje que no es capaz de mirarse al espejo por unos minutos. Allí sí, desconfíen.
Los tramos de ruta como este, donde los paisajes cambian de acuerdo a como corren las nubes y como estás trazan sombras nuevas, a como sube o baja el sol, a como soplan los vientos moviendo polvos, ameritan que no nos apresuremos y nos dejemos sorprender. No todos los viajes son iguales.
Debo confesar que luego de haber manejado en este día una diez horas, tenía tres deseos o necesidades; dejar de manejar por ese día, comer y descansar.
Para arribar a Calafate tomé primeramente por calles (65) que me sacaron de Río Turbio hasta el empalme con la RN40 (unos 8 kms) y accedí a esta unos 200 kms hacía el norte, donde me desvíe por la RP11 (65) unos 30 kms hasta la entrada a Calafate.
La seguimos…
(65) La más importante es la Av. Y.F.C.
(66) Esta ruta muy bien pavimentada, comienza en el empalme con la RN40 y llega hasta el Glaciar Perito Moreno rodeando primero el Lago Argentino y luego dentro del Parque Nacional Los Glaciares, continua el trayecto del Brazo Rico. Tiene una extensión de 107 kms.