RESTOS DEL BODEGÓN (5) Pitucas…

Les convido con lo que quedó de algunas noches…

RESTOS DEL BODEGÓN (5)

Pitucas…

De pronto nos tocan timbre dos señoras mayores desconocidas. Pitucas, elegantes y muy bien habladas. Me preguntan si llevábamos pizza a domicilio. Yo intentando esconder el enchastre en mis manos dentro del repasador les digo que no. Que aún nuestro sistema es pedir y venir a buscar en 20 minutos o media hora. Ellas me dijeron con tono de pena que a esta hora ellas temen andar por la calle. Eran las 20.15 de una noche calurosa. Les pregunté si vivían lejos para hacerles el favor de llevarle alguna. A dos cuadras me dijeron. Y me pidieron si podía cobrarles en el domicilio, ya que como tenían miedo de ser robadas, llevaban muy poco dinero. Tomé nota, anoté la dirección, preparé con amor (como siempre, pero me cayeron muy bien las ancianas señoras, y quise esmerarme) y a la media hora estaba tocando el timbre del domicilio indicado. Les juro que mientras estaba frente a la puerta de la casa indicada tuve un raro presentimiento. Luego de tres timbrazos separados en minutos, se asomó por la ventana una señora, también muy mayor. Que no era ninguna de las dos señoras que hablaron conmigo.

El aroma de la albahaca salía tibio de la caja pizzera y se me metía en la nariz como el mejor perfume por esas horas. La señora me dijo que no había pedido ninguna pizza y que no conocía a ninguna persona con las descripciones que le di. Mientras yo pensaba en si me había equivocado en la dirección, la señora detrás de la persiana en un rapto de sospechas me dice como enojada –le pido por favor que se vaya porque si no voy a llamar a la policía… Asombrado y confuso como quien recibe la noticia de la llegada de un primer hijo, le pedí que se quede tranquila, mientras le daba datos míos. Quién soy, dónde vivo y exactamente lo que me había sucedido para llegar hasta ese lugar y estar con ella en ese momento. Igualmente llamó al 911 y tuve que explicarles a los oficiales lo que estaba pasando. La sensación era que no entendían o no creían. Los entendí. Un tipo mayor con una caja de pizza enfriada en la puerta de una señora que no conoce para traer un pedido a otras personas que tampoco conoce, realmente suena raro. Mostré mis documentos y me fui. Hablaron con la dueña del lugar con la persiana de por medio y les agradeció que hayan acudido. Volví refunfuñando. Quería ocultar mi enfado. Pero me daban vuelta por la cabeza dos ideas: dos viejas me hicieron una broma y una tercera vieja me denunció como si fuera un delincuente. La calentura me duró un rato. Todavía me pregunto, porqué me quedé con las dudas ¿Y si las viejas se conocen y las dos le hicieron una joda a la tercera usándome? Lo cuento cómo una anécdota más. No voy a ponerme a descifrar el entuerto habiendo tantas otras cosas bellas por hacer.

elduendeoscar

Todo este materia es producto de esas noches de Bodegón en La Casa de Oscar (hay muchas más) en 2015, y fueron escritas luego de cada noche como los restos que quedan.

Luego compartidas gratuitamente entre contactos y redes sociales. 

 

 

 

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