Evaporación

Evaporación

Lavé mis manos por cuarta vez, y eso que son apenas las nueve y media de la mañana. Me rió con cierta neurosis. Jamás lo había hecho, ni siquiera cuando nació mi bebe con tantas dificultades. Rocié luego mis manos con alcohol al setenta por ciento y me coloqué el barbijo para salir a la calle. Necesitaba alimentos. Por suerte el supermercado está a una cuadra de casa. No sé cómo resolverán esto, la gente que vive a kilómetros de uno. Por qué de acuerdo a lo que me enteré, se necesita un permiso especial para transitar con esta pandemia. No tengo auto, voy caminando. En la esquina me piden documentos para certificar mi cercanía domiciliaria. Me demoran media hora. Más de lo qué creo voy a tardar en hacer mis compras. Logro llegar al negocio de alimentos, pero debo hacer una cola con lo que llaman distancia social, que es dos metros de separación entre personas. Tengo unas trece personas delante mío, o sea que estoy a unos treinta metros del ingreso. Empieza a llover. El cielo estaba avisando. Abro mi paraguas, pero no puedo ofrecerle protección a la señora de unos 80 años que está delante mío, porque hay que mantener distancia social. Lo padezco. De pronto llueven más fuerte gotas frías. Nadie se va de la hilera. Le ofrezco a la señora que me antecede mi paraguas. No me escucha. Cada vez que sale alguien del mercado, la puerta está más cercana. Pero en media hora, solo salieron tres personas y sigue lloviendo como si debiéramos interpretar que estamos adentro de casa y protegidos.

80245573_2424763287773957_2774864961334149120_o

No me animo a acercarme a la anciana que se está empapando. Me duele sentir lo que siento, No puedo aceptar esta injusticia de la naturaleza. Vuelvo a ofrecerle mi paraguas. Esta vez me escucha. Se da vuelta, me mira con ojos cansados, vuelve su cara hacía la cola sin responderme. Me pareció ver que no tiene su barbijo puesto. No puedo creerlo. Sé que se va a enfriar con tanta humedad y eso va a favorecer su exposición a la muerte. Miró hacía atrás para conseguir al menos un testigo o un cómplice. Pero el joven que me preseguía a dos metros solo estaba atento a su celular. A la hora y media, logré entrar, Pero antes de hacerlo, me rociaron las manos con alcohol en spray y me hicieron pisar en un trapo de piso con lavandina. Me dieron recomendaciones cómo no tocar mercadería que no lleve a mi canasto y otras cosas. Cuando logré ingresar para elegir productos, lo primero que se me ocurrió fue preguntarle a la señora mayor porqué no aceptó mi oferta de paraguas. Pero la busqué en todos los pasillos, en los sectores de mercaderías fraccionadas, de productos al peso, de alimentos frizados, en el sector de panaderías, de verduras… y no pude encontrarla. Separé todo lo que necesitaba y me fui a pagar. Recordé que cada vez que salía alguien, entraba otro de la hilera de espera. En la caja me miraron con asombro cuando pregunté por la vieja mujer que había entrado antes que yo. Me pidieron algunos detalles y ninguno les pareció un dato que ayudará a recordarla. Insistí desconcertada, por que era muy visible por su longevidad, por su mojadura, y por qué yo misma la había visto ingresar. La respuesta final fue que no habían atendido a nadie así, mirándome con ojos cercanos a desorbitarse…

Cómo diciendo que había gente esperando afuera…

elduendeoscar

Escrito en LCDO para ser leído en el Programa 41 de “Al ángulo izquierdo donde duele” Ciencia Ficción: Imaginación o Realidad del 5-5-2020

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s