Doble pechuga

Doble pechuga

«El deseo descontrolado es la madre de la obstinación y el padre de todos los pecados» elduendeerótico

Vivo en la avenida 60, una calle de doble mano separada por una gran rambla, con algunos arbolitos y pastitos cortos. Según entienden algunos, ideal para que sus perros la llenen de caca. Las cagadas ecológicas que le dicen. Exactamente frente a mi casa abrieron el sábado pasado una pollajería o pollería, como quieran llamarla. Un negocio donde se vende pollo de diversas maneras; trozado, por piezas, entero, en milanesas y otros inventos con carne blanca y sin plumas. Un comercio típico de la época. Lo paradójico de mi relato es que en el barrio y en casi dos manzanas existen cuatro negocios del mismo tipo. Supongo que, por cómo está la economía, les debe costar un huevo mantenerse. Además, las carnicerías también venden pollo y hay otras dos competidoras en el mismo radio.                                  El lunes un vecino me cuenta que fue muy bien atendido y que compró en el nuevo local unas pechugas marinadas y rellenas de caprese (el caprese es una mezcla de mozzarella, tomate y albahaca). Habitualmente cuando compro empanadas, la mayoría son de caprese.  Me encantan. Así que como todos los lunes por la tarde de salí a hacer mis mandados. Vivo solo y separado hace cinco meses y me ocupo, claro, de mantener las alacenas completas a mi gusto. Lo primero que hice fue cruzarme para adquirir las pechugas rellenas que me recomendó el vecino. Para llegar debo cruzar sobre la rambla y evitar gambeteando los restos que dejan los perritos. No me quejo por la distancia, es exactamente frente a casa. Al llegar, noté que había cola para comprar y ningún cartel de ofertas como son de tener las otras pollerías. Hice un saludo general de ingreso y la única persona que lo contestó fue la mujer que estaba atendiendo a dos manos detrás del mostrador. Y a cada cliente que se iba le saludaba agradeciendo. Gestos que se están perdiendo digamos. Cuando llegó mi turno, volví a saludarla y nuevamente me devolvió el saludo. Amablemente me preguntó que andaba buscando y le dije sobre las milanesas de pechuga rellenas con caprese. Ella se mostró algo molesta cuando me dijo que ya no le quedaban y que recién a la noche iba a hacer para mañana martes. Que la disculpara. Y me ofreció unos filetes de merluza, también marinados que con cinco minutos de microondas o de horno calentito, o porque no sartén, lo tendría cociditos y ricos. Algo resignado le compré tres filetes y la saludé. Antes de irme me dijo:

 

-Gracias por su amabilidad, le prometo que esta noche voy a hacerle unas rellenas que no se va a olvidar de mis manos…y espero que mañana vuelva.

Su tono fue entre agradable y sensual. Fui a hacer las compras que faltaban y volví a casa sin dejar de pensar en la imagen que me había quedado de su boca diciéndome “no se va a olvidar de mis manos”. Esta experiencia de hombre mayor y solitario me está haciendo sentir que puedo ser joven de nuevo. No quiero fantasear, pero qué linda que está la morocha. Confieso que a la noche mientras me tomaba una copita de vino pensé de nuevo en aquella frase… “no se va a olvidar de mis manos” y me fui a dormir en medio de deseos inconfesables.

El martes a las cuatro de la tarde encaré por mi pedido. Ya en la vereda de enfrente me di cuenta de que cruce distraído la rambla sin mirar y tuve la mejor de las suertes, no pisé ningún sorete, pero además no me arrolló ningún auto. Un negligente con el azar a su favor. Me metí en la Pollajería y me puse nuevamente en cola. Sólo que esta vez además de saludarnos, ella me sonrió. Esperé mi turno sin dejar de mirarla. Sus manos eran rápidas y de movimientos precisos, exactamente como pensé. Cada tanto ella levantaba su mirada y me enganchaba mirándola. Creo que se alegraba de mi presencia. Hasta que por fin llegó mi turno. Y luego de saludarnos nuevamente me dijo:

– ¡Ya sé por que viene! ¡Viene por mí! No sé si me puse colorado, pero antes de que yo dijera algo, ¡agregó…-Ja ja…viene goloso por su mila rellena de caprese!

– Si, si, si, le contesté como tartamudo que están torturando.

De una heladera saca un plato donde posaba una gigantesca pechuga rellena diciéndome…anoche pensé en usted. Y me muestra su obra. Me pareció hermosa. Y le dije “está noche si que la voy a pasar bien”, le agradecí por haber recordado mi pedido. Empezó a envolverla y antes de cerrar el paquete agregó un choricito bombón. Atento, le dije que no le había pedido eso. Ella mi miró con sus ojos oscuros y penetrantes, se volcó hacía a delante sobre el mostrador exhibiendo un escote que dejaba ver el camino a la felicidad y casi susurrando me dijo: -No me diga que Ud es de esos hombres que no aceptan regalitos de la vida…. Juro que me quedé petrificado. Ni bien pude desenredarme del matete que tenía en la cabeza producto de las fantasías, la imagen del escote insinuante, su voz y toda mi situación de hombre solo, pude esbozar una sonrisa diciendo…-Si me lo dice así, le acepto. Una vez que termino de envolver, me dijo cuanto debía pagarle. Pero antes de entregarme el paquete me dijo…-Antes de irse me tiene que contar algo…  – ¿Qué cosa? Le respondí curioso. Ella, mirándome a los ojos me preguntó ¿Cómo le fue anoche? -Anoche, dije balbuceando, anoche, bien, bien, ¿Por qué me lo pregunta? Y enseguida agregó -No me dijo de cómo le fue con mis filetes…Puede relajarme y responderle que estaba muy ricos. Juro que en lo primero que pensé fue en que sus palabras “no se va a olvidar de mis manos” me habían desvelado, pero eso no se lo podía contar.

Volví a casa confundido. La morocha me estaba haciendo delirar la soledad. Crucé la rambla, y esta vez acerté con pisar una inmensa cagada. Pero estaba eufórico y lo primero que me dije, fue…suerte. Voy a tener suerte.

A las 19 hs me fui al analista, ya que, según mi mujer, mis amigos y él, creen que soy terriblemente celoso. Y qué esa fue la causa de mi separación. Lo explico, mi ex mujer era bailarina, siempre rodeada de hombres, de productores, de fotógrafos, de compañeros, etc, etc.  Llegaba a cualquier hora porque había ensayo o set de filmación o juntada para festejar una obra. Cuando no tenía que ir a entrenar, tenía que probar vestuario…era muy evidente. Llegaba sin hambre, cansada y sin ganas de tener sexo…demasiado fuerte. Y yo ahí, siempre esperándola. Ni los mensajes contestaba. Fue. Igualmente, ese martes tenía muchas ganas de contarle lo de la nueva vecinita “doble pechuga”. Pero a los dos minutos de mi relato, con mucha habilidad me hizo retomar las producciones pendientes para trabajar. Y no pude decir casi nada. Al volver a casa, vi que la morocha estaba cerrando su local. Y alcance a saludar con mi brazo, aunque no sé si me vio. Me preparé la rellena con un puré de batatas y me la comí con una gula fenomenal. Estaba espectacular. Mientras la comía, perversamente recordé como seis veces su frase “no se va a olvidar de mis manos” y la última vez que lo hice, fue antes de dormirme, contestándole…y si te agarro, vos no te vas a olvidar de las mías.

Por la tarde del miércoles, decidí ir a contarle lo buena que estaba su pechuga rellena como para charlar un rato y sacarle algún dato. Mientras esperaba ser atendido, veo que la pollajera, atendía a un miserable vecino que conozco hace muchos años. Un baboso viejo verde casado con dos hijos, uno más estúpido que el otro. Ella, lo atendía con toda delicadeza y buenas palabras. Cada vez que se daba vuelta a buscar mercadería a los estantes, este viejo de mierda, le miraba el culo como si estuvieran solos. Y empecé a molestarme a tal punto que pensé en darle una trompada cuando pasará. Pero debo decir, que ella, lo atendía como si fuera un galán, un buen hombre y como si le tirara onda. Por sobre todo cuando le dijo; – ¡Gracias por su compra, espero verlo prontito, no se pierda! Pasó por al lado mío y lo miré como diciéndole de todo y ni mosqueo. Se fue con una sonrisa de tarado contento. Cuando llegó mi turno estaba ofuscado. Ella lo notó y me preguntó que me pasaba. Nada, le dije sin agregar detalles. Vine para contarle que la milanesa rellena estaba muy rica y que el chorizo bombón, lo comeré otro día. Y agregué…hasta luego, y me fui como rata por tirante.

Una cosa es que esa mina me llene de fantasías a mí y otra cosa es que se ande regalando con cualquiera. Y menos con ese desgraciado.

Si, tendrá buenas manos, pero a mí no me cierra. Y seguro que tiene una fila de candidatos. Mira que me voy a creer que es una mina fiel.

El día que me coma el choricito que me regaló…voy y se lo digo.

Mientras tanto voy a observar desde mi vereda todos sus comportamientos.

Ah. Me olvidaba. Al volver ofendido, pisé otro sorete de perro, en cualquier momento me pongo una perrería.

elduendeoscar

Escrito para ser leído en el Programa 24 de “Al ángulo izquierdo, donde duele” del 6 de setiembre de 2017 por la FM 107.9 Ultra o ultra1079.com.ar

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