Esos son amigos
Al llegar a Machu Pichu lo único que deseaba era hacerme amigo de alguien del lugar para conocer detalles y secretos a los que no se accede viajando en un tour.
El primer día fue muy cansador ya que no deje de caminar asombrándome de semejante obra de la mano humana en la naturaleza.
Me instale en mi carpa en un pueblo llamado Aguas Calientes. Es un lugar muy cercano al Valle Sagrado y según los pocos habitantes que tiene, está creciendo desordenadamente. La noche desplegó en su oscuridad profunda de montaña un ramillete de estrellas, que no solamente me hicieron sentir solo, sino minúsculo. La temperatura había descendido de 15 a 0 grados. Mi sueño fue muy superficial debido a mi excitación energética. Estaba en el lugar deseado y conmigo.
El Camino del Inca me esperaba al otro día. Y allí fue donde conocí a Anna, una holandesa que como yo, andaba de paseo por el mundo. Ella hablaba muy poco castellano y yo muy poco ingles. Pero la química supera a todos los idiomas.
Nos sacamos fotos que nunca vi con su cámara de 35 mm. Ella prometió mostrármelas cuando yo decida hacerle una visita en su país, al que no he ido todavía. Almorzamos y cenamos juntos los tres días que anduvimos por allí y los otros tres que nos quedamos en el Cuzco. Nos alojamos en una casa hecha de adobe y ella no permitió que yo pagara nunca.
Conocimos a un muchacho llamado Sunquyux Quispe, con todos los genes Incas en su aspecto y nos contó místicamente entre otras cosas que en Machu Pichu, hacer el amor de noche escuchando el silbido del viento era como tocar las estrellas. En ese acto habría una energía absolutamente distinta a todas. Y que no debiéramos irnos sin haberlo hecho.
Luego y como pude se lo traduje a mi amiga de viaje, quien solo dejó de reír a nerviosas carcajadas luego del primer beso.
Esos son amigos…
elduendeoscar
Escrito en el Bar San Juan el 22 de marzo de 1987
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