DOMINGO INOLVIDABLE


DOMINGO INOLVIDABLE

Una de los misterios más indescifrables es ese que se establece cuando decimos “se alinearon los planetas” y con ello todo lo imposible puede acontecer. Y algunos lo usan como una muletilla para dejar para más adelante todo tipo de acción. Son los que afirman “si se alinean los planetas, lo hago”. Otros son capaces de agradecer que haya ocurrido porque lograron algo que venían deseando desde que nacieron.

¿Y quién sabe si sucede eso?

Uno desconfía entonces y va a visitar notas sobre astronomía y ve que ese día no hubo ningún tipo de alineación y al tipo le salió todo perfecto, como quería. Existe un montón de gente que no cree en este misterio, ni lo da por cierto por más milagros que hayan sucedido. Yo también formaba parte de grupo de personas escépticas hasta que ocurrieron dos cosas que me demostraron al menos, que un día puede pasar algo impensado, imposible, insospechado y sorprendente. Ahora, si lo tengo que relacionar con que si se alinearon los planetas, el universo o una barrera de cuatro jugadores altos, no lo sé. Pero que pasó lo que pasó, si lo sé.

Una amiga con la que hace muchos años cursamos en la Escuela de Teatro de la Plata. Era una bellísima persona, por dentro. Pero por fuera no era tan linda. Se me hace difícil explicarlo sin caer en los estándares de belleza que son discriminadores y no quiero desmerecerla, porque además era una persona transparente y muy voluntariosa. Pero estéticamente era fea. Ella ayudaba con su corte de pelo tipo plumero revuelto al que sujetaba con una vincha fluo. Usaba unos anteojos redondos como los de John Lennon, pero tenían un aumento que parecían verdaderos culos de botella, como se suele decir. Su cara estaba llena de granos y ya rondaba los 25 años o sea que acné juvenil no era. Por último puedo suponer que era muy peluda corporalmente ya que los bordes de sus labios estaban rodeados de unos vellos oscuros indisimulables. Igualmente para mí, lo desagradable, era su aliento. Si te hablaba de cerca y de frente, tenías que tener agallas. Digamos ser un pez que necesita poco oxigeno, porque si tenías que respirar cerca suyo, estabas al horno. Por aquel entonces ella soñaba tener una historia de amor con un compañero de la cursada. En las clases de Expresión Corporal que daba la profesora Ana Robert siempre trabajaba con él y se lo franeleaba si podía. Cuando Elba Morel, la profesora de literatura, armaba los grupos de trabajo, ellos dos siempre representaron juntos las escenas de los cuentos infantiles. Pero este acercamiento no era la pronunciación de “estos terminan juntos”, ya que el flaco le era bastante indiferente luego de cada trabajo escénico. Cada uno de nosotros terminó como pudo aquella carrera. Y dejamos de vernos. Una tarde, caminaba rumbo a Estación de trenes para ir a la Cancha de Quilmes y en medio de la Plaza San Martín, me la encuentro con dos nenitos, uno caminaba solito y el otro era llevado en cochecito. Nos abrazamos con una alegría genuina. Habían pasado 10 años desde la última vez que nos vimos. ¡Caramba cómo te separan las obligaciones!. En cinco minutos me contó que se había casado con el flaco y que esos eran sus dos hijos. Que vivían por el Barrio Aeropuerto y que ninguno vive de nada relacionado con el teatro. Nos despedimos, prometiéndonos un encuentro. Contento por la sorpresa de ver cómo había conseguido armar su vida, me fui pensando; “A ésta, se le alinearon los planetas”.

El segundo testimonio, es la síntesis de un día, el peor día de todos sus días según él mismísimo participante, Jorge. Quien por la mañana se quedó dormido luego de un agitado sábado a la noche que terminó al amanecer y con muchas copas encima. Este primer inconveniente le impidió llegar a tiempo al almuerzo con sus padres, unos tíos que venían de visita y unos primos. Cuando vio el reloj se quería matar, porque además tenía que ir a jugar al torneo de fútbol en media hora y no llegaba ni a saludar a la gente que lo esperaba. Hizo un llamado, con el último poquito que le quedaba de carga, para pedir disculpas y su padre, un ex militar, que estaba bastante calentito con su ausencia, le avisó que a partir del próximo alquiler de su departamento, Jorge tendría que hacerse cargo y le cortó la conversación. Puteando armó dormido cómo pudo el bolso y salió hacia la cancha. Se olvido de tres cosas, del celular, del carnet para jugar y del botín izquierdo, que imaginó dentro del bolso, pero se olvidó que el domingo anterior había pisado caca y lo dejó secándose en el patio. Llegó tarde. Su equipo empezó sin él. Consiguió un botín prestado y un carnet trucho (de otro) para intentar jugar aunque sea el segundo tiempo. Al terminar el primer tiempo, su equipo perdía dos a cero y quedaba eliminado. Sus compañeros lo putearon en colores y los fiscales del torneo, no solo no lo dejaron entrar, si no que por intentar usar el carnet de otro lo sancionaron, a él y al que le prestó la credencial. Finalmente perdieron 4 a 0. Por más que explicará todo lo sucedido y pidiera disculpas, ninguno lo quería escuchar. El capitán del equipo le dijo en tono poco amistoso; “Sos un pajero, nos arruinaste el torneo, búscate otro equipo”. Jorge se cambió la ropa en silencio y con la frente señalando el piso pegó la vuelta para su casa. Hasta acá la realidad había sido absolutamente cruel y parece que todo estaba alineado por su exclusiva culpa. Pero faltaba el postre, la frutilla en la crema. Eran las nueve y media de la noche y estaba mirando por cable los goles de Europa. Todavía caliente con lo sucedido no se había dado cuenta que tenía que cargar el celular y levantar los mensajes. Expresamente uno de su novia que decía “Veo que no te acordaste que hoy es nuestro aniversario y que hace media hora que te espero para alguna onda, ¿Sos de madera o tenés el corazón enterrado?”. Y uno posterior que cerraba el día alineándose según se quiera: “Fuiste, salgo con las chicas, hay fiesta en la casa de los chicos que juegan al rugby, mañana te cuento a quién me comí, ¡boludo!”.

elduendeoscar

Texto escrito para el programa 4 de Al Ángulo Izquierdo donde duele del 17 de abril de 2017 en la FM 107.9 de La Plata.

Leído al aire por la Locutora Marguy Ibarra.

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