El aburrido Víctor
“Llegará el día en que el capitalismo venda sonrisas impresas en 3D para pegarse sobre la boca” elduendevenenoso
Su inteligencia era insuperable por cualquiera de todos los integrantes de su familia. No solo de su núcleo familiar, si no, de todas las generaciones de personas con su propia sangre. Es más, podría decirse que superaba con holgura a todos los de su clase y a los alumnos de los grados ascendentes, durante todo el ciclo escolar transcurrido. Estoy hablando de Víctor, un niño que nació sabio y que no puede encontrarle solución a un solo problema existencial: el aburrimiento.
Veía aburrido como los niños de su escuela, sus compañeros de aula, jugaban alegremente en los recreos y se aburría terriblemente con las lecciones insípidas de las maestras. Muchas veces llegaba al hartazgo con las conversaciones entabladas con sus limitados padres, quienes decidieron acudir a algún especialista para que los ayude. Les asombraba ver a un niño que luego de almorzar se encerrara en la biblioteca y se la pasara leyendo toda la tarde en silencio, sin televisión, sin celular y sin computadora. Esos padres llegaron a pensar que estaban gestando a un extraño monstruo.
Víctor era absolutamente respetuoso. Incluso a sus diez años percibió que a los que no estaban a su altura intelectual, debía tratarlos con cuidado de no ofender. En la etapa más cínica que tiene la niñez, Víctor, dominaba sus emociones mejor que cualquier adulto. Había descubierto que el odio no podía dejarlo en un lugar mejor que si usaba inteligentemente la tolerancia. Dicen que el amor vence al odio.
Frente a un psicólogo, Víctor se mostraba tal cual era y en cada explicación que daba sobre la realidad de su entorno el especialista no encontraba escollo para actuar. Víctor tenía una convicción tan poderosa sobre sus opiniones que solo un muy buen argumento en contra, podía retrotraerlo. Pero era imposible. Su discurso empezaba igualmente a molestar cuando le explicaba a la directora de su escuela que no quería ascender en grados simplemente por ser más inteligente. Eso es meritocracia respondía y “… yo quiero crecer junto a los de mi generación”, justificaba. Tampoco le interesaba formar parte de un grupo de reflexión con adultos ni de integrar un equipo de investigadores. Le parecía un privilegio que no le traería buenas perspectivas, ya que veía en los adultos, posiciones muy firmes y sin soporte argumental. Víctor quería entender qué festejaban las personas. Ese era su tópico, su preocupación más elevada. Era un niño capaz de deslumbrar con sus teorías, pero jamás sonreía. Y sin tapujos y esperando desmentidas, daba la siguiente explicación:
No entiendo qué se festeja y me parecen absolutamente contradictorias las respuestas que me dan los adultos… El proceso de vivir empieza en el nacer y se sabe que no existe la eternidad humana, que todos somos mortales. Se festeja el haber nacido como algo milagroso y no se festeja el haber vivido. Miren nomás los velorios. Gente entristeciéndose por lo que ya sabían que iba a pasar. El ser humano festeja cumplir años o sea ir envejeciendo, algo que imparablemente lo va degradando. Contradictoriamente a la idea de festejar el hoy, el ahora, se festeja la acumulación de la edad. Los casamientos se festejan. Que dos personas se hayan encontrado y cumplan con todos los requisitos sociales necesarios para hacerlo, se festeja. ¿Qué se festeja? A veces tan ampulosamente, ¿La burocracia? Cuando ese matrimonio decide separarse no se festeja y tal vez ambas personas hayan tomado la decisión más perfecta de todas a sus problemas de pareja. Eso no se festeja.
Se festeja que a un niño traumatizado por la pérdida, se le caiga un diente con un cuentito en el que un ratón pagará por esa pieza, y se festeja en Navidad que un tipo desconocido entre a tu casa a dejar regalos mientras vos dormís. Se festeja que tres tipos lleguen hasta tu casa en camello luego de un largo camino desde oriente medio y dejen sobre los zapatos regalos exigidos a cambio del buen comportamiento. ¿Nadie se pregunta de dónde salen tantos regalos? ¿Y gratis?
Se festeja el aniversario de todo, de los negocios, de las parejas, de las muertes, de los viajes. De todas cosas que ya pasaron y que solo forman el imaginario del pasado y qué esas cosas y emociones no van a volver a pasar. No se festeja despertarse y si se festeja un aumento de sueldo, que trae más compromiso horarios y responsabilidad laboral.
Los adultos se emborrachan si pueden en cualquier festejo, sea en un bautismo, sea en un cumpleaños, en un homenaje. No les importa perder la cabeza y lo más trascendente de esos festejos es emborracharse. Mostrarse ridículo al hablar y al realizar cualquier acción. ¿Qué se festeja? ¿Alcoholizarse? ¿La barra libre, el tequilazo, la cerveza tirada sin límite? Hay gente que festeja drogarse porque no puede festejar en todo caso, un mundo en paz y armonía.
Hay gente se junta para festejar disparates, al tomate, al alcaucil, al ternero que matan, hasta se inventó la Fiesta del Salame Quintero. Me parece demasiado, pero finalmente y lo que más me cuesta entender -prosiguió Víctor y para terminar-,…es que hay gente que festeja tener odio y es capaz de pelearse con sus amigos del alma, con sus parientes, con sus vecinos simplemente por una posición política.
No puedo estar feliz si veo que dos elefantes buscan juntos el agua para salvar la manada y dos humanos pujan por un poco de poder para aventajar al otro.
elduendeoscar
Escrito para ser leído en el programa 16 de “Al ángulo izquierdo, donde duele” bajo la consigna “El festejo” por http://ultra1079.com.ar/ el 5-7-2017
Imagen: Batpedia (modificada)